martes, 29 de marzo de 2011

A 26 AÑOS DEL DEGOLLAMIENTO DE GUERRERO, PARADA Y NATTINO, MANUEL HIJO RECUERDO EL VIL ASESINATO


Lo que ahora escribo lo hago con mucho dolor.

En este preciso momento, que en Santiago son pasadas las 08:00 de la mañana, llegaba el 29 de marzo de 1985 al colegio, como todos los días, y vi a mi a papá recibiendo a los niños, pues era profesor. Conversaba con José Manuel Parada, sociólogo de la Vicaría de Solidaridad, antiguo camarada de la época de la Jota, y apoderado del colegio. Llegué y nos saludamos de beso. Me llevó un momento a un lado y me contó que el día anterior habían secuestrado a un grupo de profesores de su asociación gremial, la AGECH, de la cual era dirigente, y que los aprehensores habían preguntado por él.

Me quedé atónito mirándolo. Tenía catorce años pero eso ya era edad suficiente como para tener la lógica mínima de que si te buscan, y estábamos en pleno estado de sitio, escóndete, ándate del país, qué haces aquí a las puertas de este colegio, a plena luz del día, te van tomar!!!! Se lo planteé, y él, muy pausado y mirándome con una ternura infinita a los ojos, me tomó de las manos y me dijo que no, que éste era su trabajo, éste era su país, que él ya se había ido una vez y que no lo volvería a hacer, que su lugar era junto al pueblo y su lucha para terminar con la dictadura. Buscando argumentos nuevos, que pudieran hacerlo cambiar de opinión, le pregunté si el Partido le había autorizado para irse del país, que en tal caso les hiciera caso. Paciente, se sonrió, y me dijo que pasara lo que pasara jamás culpara al Partido. Que tranquilo, ya veremos cómo salimos de ésta.

Lo último que me preguntó es acerca de la Gigi, que es mi abuela materna, una mujer muy sencilla que perdió cuando muy pequeñita a sus padres en el terremoto de Chillán en la primera mitad del siglo XX, y que llegó como empleada a Santiago. Ella siempre había acogido a mi padre, a pesar que no tenía formación política alguna, y estuvo con nosotros en todas las búsquedas en 1976 por los campos de concentración cuando secuestraron por primera vez a mi padre. Incluso estuvo detenida con nosotros en el Fuerte Silva Palma, en la segunda desaparición de papá ese mismo año. Ahora, en aquel viernes 29 de marzo de 1985, mi papá me contó que la Gigi, días después del Golpe, cuando papá andaba absolutamente clandestino, sucio y hambriento, escondido tratando de reorganizar a la Jota, lo recibió en su casa, corriendo un riesgo altísimo. Le había preparado un baño y comida. Pocas veces se sintió tan acogido por casi una desconocida, por alguien que se entregaba a él por puro amor, por ser el padre de su nieto y esposo de su hija. Mi padre me contó que la tenía siempre presente, y que lamentaba no haber tenido la oportunidad de agradecérselo.

Le di un beso y me fui a clases.

Mi sala daba las espaldas a la calle. A las 8:50, a minutos de lo que ahora escribo, oímos un helicóptero descender casi al techo del colegio. Nos miramos todos extrañados. Luego un freno de un auto, griterío de voces masculinas que denotaban forcejeo, un balazo y silencio.

Tomé el brazo del compañero de banco y le dije: "mi papá". Él me miró sorprendido, pero preocupado a la vez. Fui muy categórico. Inmediatamente entró Carmen Leiva a la sala, que era miembro del Centro de Alumnos, con los ojos en lágrima y tirándose los dedos de las manos. Le pidió permiso al profesor que impartía la clase para hablar con el estudiante Manuel Guerrero Antequera. Yo me paré en medio de sala de inmediato y le dije: "Se llevaron a mi papá". Asintió con la cabeza y se puso llorar e intentó darme detalles de lo sucedido.

Salí de la sala y me fui directo al baño. Me miré rápido al espejo y me tomé unos remedios que tenía para la taquicardia de la que padecía hacía un año. Me hablé a mi mismo preguntándome qué haría papá en una situación como ésta. Salí corriendo a inspectoría, pedí el teléfono y llamé a Sergio Campos, amigo de mi padre, que era locutor de Radio Cooperativa, muy escuchado en Chile. Me puso al aire y denuncié que sujetos desconocidos, probablemente de la CNI, habían secuestrado a mi padre junto a José Manuel Parada, y que temía por sus vidas. Llamé a que la ciudadanía se movilizara de inmediato para exigir a las autoridades su búsqueda y liberación.

Salí de inspectoría y fui a la calle a ver qué es lo que había sucedido exactamente. Había una confusión enorme en el colegio. Cuando se los llevaron había un curso completo que en ese momento estaba en clases de educación física y se econtraba trotando alrededor de la manzana en la calle El Vergel con Av. Los Leones. Muchos de ellos vieron el plagio. Ahí me enteré que el tránsito había sido interrumpido, minutos antes del rapto, por Carabineros de tránsito, motorizados y a pie, y que se reanudó apenas se habían llevado a mi padre con José Manuel. Que el helicóptero también era de Carabineros de Chile. Que al tío Leo lo habían baleado y que un profe se lo había llevado de urgencia a una clínica. Que Marcela, una compañera de segundo medio del colegio, intentó quitarles a los secuestradores a mi padre, que alcanzó a tomarle la mano, pero los otros era más fuertes. Que el Pelluco, uno de los dueños del colegio fue encañonado y amenazado, por lo que él pálido, probablemente para proteger a los niños o por temor a lo que ocurría, cerró la reja del colegio, dejando a mi padre y Jose Manuel peleando solos con los secuestradores en la calle, y que ahí llegó corriendo el Leo, que casi recupera a mi padre que no paraba de gritar, son de la CNI!, ayuda!, nos quieren secuestrar!



Me paré en la calle y me bajó la sensación que todo esto ya lo había vivido. Me preocupé absurdamente por mi seguridad, así es que compañeros me cambiaron parte de la ropa, me puse lentes oscuros, un jockey de gorra, y le pedí a Cristóbal, un compañero y amigo de la Jota del colegio, que me sacara de ahí, que yo tenía un papel que cumplir, que no me podía pasar nada.

Cuando nos fuimos a casa de Cristóbal había llegado la Policía de Investigaciones de Chile junto a Carabineros para preguntar qué había pasado... Me irritó el cinismo de nuestras instituciones de Orden y Seguridad y traté de pensar a qué lugar se llevaban a papá en ese momento.

En casa de Cristóbal conversamos qué podíamos hacer. Era todo confuso, me faltaban elementos, papá de seguro sabía lo que estaba ocurriendo, en qué debía fijarme y acordarme para entender con qué y quiénes estábamos tratando... Yo mismo no tenía clara cuál era la función de papá en el Partido, conocía su labor de dirigente público, pero debía haber algo más, pues sino porqué había tanto recurso del Estado comprometido para tomarlo en forma abierta, a la vista de niños y profesores en un colegio.

Desde que papá había llegado de regreso a Chile de su exilio, el 22 de noviembre de 1982, de forma inmediata lo retuvieron en el aeropuerto. Al entregar sus documentos en el mesón de Policía Internacional, el funcionario al leer la tarjeta de embarque, dijo en voz alta "es él", y acto seguido se lo llevaron a una sala esperando una llamada del "jefe". Mi padre muy preocupado consultó qué es lo que sucedía y en virtud de qué lo tenían retenido. No hubo respuesta. Después que le revisaron toda la documentación y lo que traía, lo dejaron ir. Un automóvil lo siguió hasta la casa familiar de Maipú, cosa que él de inmediato -¡en su primer día de regreso al país, después de años de distancia!- denunció llamando a las radios. Así de valiente era mi viejo, y así de presente lo tenían los organismos represivos de la dictadura.

En diciembre de 1982 retornamos nosotros, junto a mamá y mi hermana América a Santiago, desde Barcelona. Nos reencontramos con papá quien ya estaba participando en la organización de la primera marcha del hambre que se realizó, convocada por el movimiento sindical. El año 83 fue mágico, pues las protestas nacionales eran masivas, se respiraba mucha esperanza, con actos multitudinarios. Papá se abocó a organizar a los profesores cesantes y a la creación del Movimiento Democrático Popular, MDP, que agrupaba a las fuerzas políticas de izquierda que luchaban por el retorno de la democracia, pero con contenido social. Lo acompañé a muchas manifestaciones y concentraciones. Su energía de trabajo era infinita, y siempre tenía la "película muy clara", me comentaba la gente con quien interactuaba. Su apuesta eran las políticas de alianzas, la unidad de la oposición, el derrotar a la dictadura, pero en el marco de una transformación simultánea de la economía, de modo que ésta favorieciera a las grandes mayorías, fundamentalmente al mundo trabajador y poblacional que en aquellos años sufrían una situación de cesantía y hambruna real.

Llegó el año 1984, y papá trabajaba junto al Pato Madera, muralista destacado de la época de las Brigadas Ramona Parra, en el Taller Amistad que tenían en la calle San Pablo. Todo muy sencillo, pero lleno de jóvenes y viejos que hacían lienzos, pintaban cuadros, experimentaban formatos distintos de cassettes y revistas, todo con mensajes llamando a la organización y lucha contra la dictadura.



Asumió Sergio Onofre Jarpa de Ministro del Interior y de inmediato la CNI fue a casa a buscar a papá para detenerlo. Como él no vivía con nosotros no lo pudieron ubicar, pero dejaron una copia de la orden detención y expulsión del país de papá, junto a Mario Insunza Becker, firmada por el Ministro del Interior, con la leyenda "por orden del Presidente de la República", es decir, Augusto Pinochet. Aún conservo ese documento, que da testimonio del lugar desde donde venían las órdenes para vigilar, detener y matar.

Papá tuvo que volver a la clandestinidad. Allanaron la casa de la familia Guerrero en Maipú; secuestraron al hermano menor de papá, mi tío Francisco; detuvieron a una hermana de papá, mi tía Esperanza; detuvieron y torturaron al profesor Tolosa de la AGECH preguntando por papá, en fin, la represión era muy fuerte e intensa para dar con su paradero. Mi padre comenzó un exasperante peregrinar de casa en casa.

En aquellos días yo había cumplido los 14 años. Vivía el inicio de mi adolescencia. Rebelde me pelié con mamá y la amenacé con irme a vivir con papá. Ubiqué a mi padre y la comuniqué mi decisión. Él estaba radiante de felicidad, siempre había soñado con volver a compartir conmigo los momentos en que me dormía y despertaba. Quedamos de acuerdo, yo tomé mis textos escolares, un poco de ropa, mi guitarra, y me fui a Maipú a encontrarme con él a tomar once e iniciar nuestra vida juntos. Llegué puntual, pero dieron las siete, las ocho y las once de la noche y papá no llegaba. Ya cuando me estaba durmiendo apareció, con los ojos llorosos. Me dió un gran abrazo y me dijo, con el dolor de su alma, que lamentablemente no podía irme con él, que habían sacado una nueva orden de detención de parte del Ministerio del Interior y ahora tendría que salir de Santiago. No lo podía creer. Me había costado mucho tomar la decisión. Ahora tendría que volver con mi orgullo en el suelo a casa, a mi pieza de niño, cuando estaba a punto de cumplir uno de mis sueños. Pero sus ojos no mentían, estaba verdaderamente preocupado.

De ahí no lo volví a ver durante meses. Llegó el año nuevo con el que comenzaría 1985. Con mi hermana América fuimos a la casa de mis abuelos en Maipú y celebramos contentos, pero con la ausencia de mi padre que en algún lugar, en alguna casa estaría comiendo con una familia ajena. De pronto, noté que mi abuelo se puso muy nervioso y me hablaba como enojado. Había algo raro en el ambiente. Súbitamente entró al patio de la casa el auto de mi tío Francisco, pero en reversa. Estacionó frente a la puerta de la casa, lo que no era usual. Se bajó mi tío y abrió expectante la maletera. Corriendo fuimos con mi hermana y primos a ver qué sucedía. En su interior habían frazadas, que de a poco tomaron vida y comenzaron a moverse, y de pronto, de entre ellas, se asomó el rostro de papá con su risa gigante y luminosa, mirándonos victorioso. Había burlado el seguimiento y, arriesgando su vida, se sumó a la familia para compartir unos momentos junto a nosotros.

Pasé toda la tarde pegado a él, como un pequeño animalito incondicional. Comimos, lavamos los platos juntos, guitarreamos un rato -ambos somos desabridos pero gozamos cantando-, y luego llegó el momento de la despedida. Yo me abracé de mi hermana mientras observábamos como se volvía a introducir a la maletera y se perdía bajo las frazadas. ¿Lo volveríamos a ver?

A principios del año 85 el Ministerio del Interior informó a la familia que a papá le habían levantado la orden de detención y expulsión del país. Apenas lo supo, él aprovechó de inmediato la ocasión para volver a encontrarse con los profesores y juntos pasamos los efectos del terremoto de inicios de marzo de aquel año. Papá criticaba el que los propios profesores cesantes tuvieran que juntar limosnas para repartírsela a los colegas que habían quedado sin hogar producto del sismo. "Le estamos quitando a los que no tienen, y le estamos dando miseria a los que se merecen mucho más. Tenemos que exigirle a las autoridades estatales que asuman ayudar a todos los damnificados. Esto no es una cuestión de caridad, es un problema político desde el cual debemos organizarnos para protestar y buscar unidad de propósitos con amplios sectores", decía.

En eso estaba cuando el secuestro del 29 de marzo de 1985. Sin embargo esto no podía constituir motivo suficiente para que una institución del Estado secuestrara a tanta gente consultando por papá y luego se lo llevaran de las puertas de un colegio. Ese era mi intución en aquel minuto a pocas horas de ocurrido el secuestro en mi colegio. En casa de Cristóbal, trataba y trataba de dar en mis recuerdos con alguna pista para saber por dónde había que buscarlo para hallarlo vivo y salvarlo de una muerte segura, pero no supe desenrredar la madeja. Me faltó edad, experiencia, y claro, papá realizaba una actividad con mucho sigilo que solo con el tiempo pude ir reconfigurando. Ahí estaba la verdadera clave de su secuestro y posterior degollamiento. Su caso fue utilizado para atormentar a toda la sociedad, de ello no cabe ninguna duda. Pero no era solo eso, había un odio particular hacia él, desde el mismo año 1976 cuando sobrevivió la detención y desaparición, torturas y prisión política...

A fines de 1984, la peridiodista Mónica González de la revista Cauce, de oposición al régimen, había sido contactada por Andrés Valenzuela, alias "El Papudo", ex agente del Comando Conjunto -organismo que coordinaba distintas ramas de las Fuerzas Armadas con el propósito de reprimir-, quien se encontraba sometido a profundos remordimientos por sus acciones pasadas y valientemente dio el paso a contar su verdad, a riesgo de que se supiera y fuera ultimado por sus propios ex colegas. Mónica González se juntó con él y no podía dar crédito a todo lo que este hombre le relataba: detalles de las detenciones, torturas, ejecuciones y lugares donde habrían dejado los restos de muchos detenidos desaparecidos durante el año 1976, el mismo año en que el Comando Conjunto había tenido detenido desaparecido a mi padre. La periodista dándose cuenta de que se trataba de información extremadamente delicada, antes de su publicación decidió validar la misma, para lo cual contactó a José Manuel Parada, que a la sazón era el encargado de Documentación y Archivos de la Vicaría de la Solidaridad. En Chile habían muy pocas personas que como él manejaban casi toda la información acerca de los aparatos represivos, pues le llegaban a diario los testimonios de los luchadores sociales y sus familiares que habían sido apresados.



José Manuel, al conocer el carácter de la información y antes de entrar en su detalle, le sugirió a la periodista que había una persona, la única persona en realidad, que contaba con toda su confianza y que podía triangular la información con su propia experiencia de detención en manos del Comando Conjunto y lo que indicaba Valenzuela: mi padre. Con la venia de Mónica González, los tres se pusieron a analizar las largas horas de grabación del testimonio y mi padre con José Manuel no podían creer a lo que estaban accediendo: la estructura completa del Comando Conjunto, sus acciones, las fechas de detención de los militantes comunistas detenidos desaparecidos, los sitios en que fueron ultimados, los nombres y alias de los agentes de las distintas ramas de las fuerzas armadas y de civiles que participaban en el Comando. Mi padre, absolutamente impresionado, iba confirmando una a una las informaciones. Estaban frente a una información valiosísima que permitía aclarar muchos casos de violaciones a los derechos humanos y dar con el paradero de los detenidos desaparecidos. Pero al mismo tiempo se dieron cuenta que sus vidas, como la del ex agente, corrían un enorme peligro, pues los agentes seguían activos y harían todo para que tal información no se hiciese pública. Por ello decidieron que la información se publicaría cuando Andrés Valenzuela estuviera a salvo fuera del país y cuando ellos mismos hubieran alcanzado a tomar las medidas de seguridad que evitaran su inminente captura. La decisión era presentar toda la información en un medio de circulación masiva en el extranjero, tipo Washington Post, y una vez fuera conocida, entregarla con detalles a los Tribunales de Justicia chilenos para que investigara los hechos.

Leyendo y releyendo el testimonio del agente Papudo, mi padre se pudo enterar de los detalles de su propia detención en 1976 cuando tenía 27 años de edad, pues Andrés Valenzuela había participado en tal episodio. Ahora comparto con ustedes parte de la información que probablemente llevó mi padre a la muerte, por el terror y cobardía de los agentes a enfrentar la verdad y su responsabilidad en los hechos, que aún siguen impunes:

"El operativo fue en el sector de Departamental. Recuerdo que la 'Pochi", la agente de la FACH Viviana Ugarte Sandoval, estaba en el lugar con un equipo de radio para avisar su salida. Cuando salió, fue tomado por el "Chico" y "Alex", agentes de la Marina, y a consecuencia de un pequeño forcejeo, a "Chico" se le disparó el arma, hiriendo a Guerrero en un costado. Fue conducido de inmediato a "La Firma" estando herido. Allá, el "Lolo", el "Fifo" Palma, "Jano" y "Wally", lo interrogaron y torturaron poniéndole electricidad directamente en la herida.

A consecuencias de los golpes y electricidad, Guerrero perdió el conocimiento por unos instantes por lo que se llamó al doctor Alejandro Forero "hijo", hoy cardiólogo en el Hospital de la FACH. El doctor señaló que la herida era grave y que el detenido debía ser trasladado al hospital.

Alrededor de una hora después que se fue el doctor Forero de "La Firma", se recibió el llamado telefónico de un general, no estoy seguro que fuera de la FACH, y ordenó el traslado de Guerrero al Hospital de Carabineros. Nos causó sorpresa que el general ya estuviera enterado que teníamos a Guerrero. En el hospital estuvo siempre esposado, lo que recuerdo bien ya que varias noches me tocó hacerle guardia."

Con esta información, ahora quedaba claro porqué el Comando Conjunto había resuelto "entregar" a mi padre a la DINA durante su detención y desaparición en 1976: Mi madre en aquellos meses hizo todo lo humanamente posible para dar con el paradero de mi padre, concurriendo personalmente -embarazada de mi hermana América- a las oficinas del presidente de la Corte Supre­ma. Él para calmarla hizo un ejercicio retórico: "Señora, en Chile no hay detenidos desaparecidos. Voy a llamar delante de usted al General Contreras, para que se de cuenta que no hay nadie del nombre de su marido detenido en algún recinto de las Fuerzas Armadas y de Orden". Y lo hizo. Y sin saberlo o quererlo, esta llamada al despacho del coronel Manuel Contreras, que dirigía la DINA, le salvó en ese momento la vida a mi padre, pues cuando Contreras se enteró que uno de los principales dirigentes de las Juventudes Comunistas, a quien sus hombres buscaban intensamente, se encontraba en poder del Comando Conjunto, o el "Grupo de los 20" como se hacía llamar, enfureció, porque no estaba informado. Movió todos sus contactos y exigió que el director de la Dirección de Inteligencia de la Fuerza Aérea, general Enrique Ruiz Bunguer, y el director de la Dirección de Inteligencia de Carabineros, general Rubén Romero Gormaz, le entregaran a mi padre.



La presión del coronel Manuel Contreras se hizo insoportable y la Dirección de Inteligencia de Carabineros (DICAR) debió asumir su detención. El 18 de junio de 1976, estando mi padre ilegalmente detenido y baleado -sin que nadie de nosotros supiera su paradero- en el Hospital de Carabineros, el ge­neral Romero debió entregarlo a la DINA a pesar de que la bala seguía enterrada en su axila. Un oficio firmado por el general Rubén Romero Gormaz, y dirigido al director de la DINA, acompañó a mi padre en su ingreso al campo de concentración de Cuatro Alamos, que estaba bajo control de la DINA: "Remito antecedente del dirigente de las Juventudes Comunistas Manuel Guerrero Ceballos, quien fue detenido por personal de Inteligencia y que se encuentra a disposición de la DINA, en el Hospital de Carabineros."

Siete días permaneció incomunicado mi padre en Cuatro Alamos. La bala la tenía aún clavada en el costado. En esos siete días se decidió su destino, pues el viernes 25 de junio de 1976, el día de su cumpleaños y a la misma hora en que la Corte de Apelaciones de Santiago rechazó el recurso de amparo en favor de él, mi padre fue obligado a levantarse de su camastro en la celda de incomunicación en que fue arrojado. No sabía adonde lo llevarían. Esa misma mañana fue trasladado al campamento del lado, el del tránsito a la libertad, Tres Alamos.

Los organismos represivos, por esta lucha entre ellos, habían decidido que viviera, pero no contaban con que mi padre denunciaría por todo el mundo lo que le habían hecho y que había reconocido a uno de los agentes, el traidor Miguel Estay Reino, el "Fanta".



La información que entregó Valenzuela en su testimonio a Mónica González era una bomba, y en rigor, sigue siendo una bomba. Pues en ella se establece, entre otros aspectos, que Viviana Ugarte Sandoval, alias "La Pochi", había participado como agente del Comando Conjunto en la detención ilegal de mi padre. Presumiblemente ella es la mujer que relata en un escrito que dejó papá con el nombre "La sesión macabra continua", donde describe las torturas que le aplicaron, y que en medio de ellas había una mujer que lo acariciaba mientras le aplicaban electricidad.

Sí. Viviana Lucinda Ugarte Sandoval es la esposa del general de la FACH Patricio Campos, quien es la persona nombrada por las Fuerzas Armadas que participó en la Mesa de Diálogo que tenía por objeto recabar información acerca del paradero de los detenidos desaparecidos en Chile... Curiosamente, precisamente la información que correspondía a las víctimas del Comando Conjunto fua alterada, de acuerdo a las declaraciones de Otto Trujillo, "Colmillo Blanco", otro agente del Comando Conjunto que contó su versión de la verdad al diario La Nación.

Por desgracia, y por razones que aún me cuesta comprender, la entrevista a Andrés Valenzuela fue publicada sin autorización de mi padre y José Manuel en el extranjero, antes que ellos pudieran ponerse a salvo. Los agentes del Comando Conjunto, ahora agrupados en un departamento de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros (DICOMCAR), con domicilio en calle Dieciocho, en el mismo local de la "Firma" en que tuvieron torturado a mi padre en 1976, apenas se enteraron del testimonio de Valenzuela se pusieron en alerta y decidieron cortar literalmente el problema por la raíz: eliminar a José Manuel y mi padre, para impedir que la verdad circulara por el mundo. Por ello allanaron y secuestraron la imprenta de la Asociación Gremial de Educadores de Chile (AGECH) el 28 de marzo de 1985. Buscaron frenéticos ese lugar pensando que ahí se encontraban los stenciles de publicación del testimonio de Valenzuela sobre el Comando Conjunto. La imprenta estaba a nombre del artista gráfico Santiago Nattino. Esa misma noche lo secuestraron y lo llevaron a calle Diecicho, al local de la DICOMCAR, ex La Firma del Comando Conjunto. Lo esposaron a un parrón y comenzaron su tortura. Una vez que secuestraron, al día siguiente, el 29 de marzo, como hoy, a mi padre y José Manuel, los torturaron a los tres, quemándoles cigarrillos en el cuerpo, sacándoles las uñas, aplicándoles electricidad y quebrándoles los huesos de la frente a culatazos.



Al día siguiente, el 30 de marzo de 1985, dirigidos por el Fanta, con un cuchillo atacameño que le había regalado Moren Brito, los degollaron bajo Estado de Sitio camino a Quilicura y dejaron que sus cuerpos se desangraran. Hoy tres sillas vacías recuerdan a don Santiago y a los Manueles en el lugar en que les dieron muerte.

No quisieron que se supiera la verdad, como ha sido la tónica del silencio de las Fuerzas Armadas y de Orden para no dar con el paradero de los detenidos desaparecidos. Fundamentalmente por cobardía a no enfrentar sus propios actos, sus propias decisiones. Siguen estando en deuda con nosotros, con los hijos, con la sociedad chilena. La mayoría de aquellos agentes y de quienes les dirigían no han sido juzgados, y los médicos que torturaron, los civiles que actuaron, los oficiales que participaron en tan horrendos crímenes, siguen en sus lugares de trabajo como si nada pasara.

Pero sí pasa y no deja de pasar. Tal como mi padre y José Manuel arriesgaron y dieron sus vidas por la verdad y la justicia, nuevas generaciones surgen y dan con creatividad las luchas del presente, vinculados con aquella memoria del crimen, pero también de los compromisos, las militancias por una vida digna.

Por eso hoy los recordaremos en nuestra velatón cultural. Cada uno/a tomará de la mano a don Santiago y a los Manueles, y con ellos a cada uno/a de los/as luchadores/as sociales de nuestro país, de su mundo trabajador, artístico, profesional, intelectual. Somos muchos/as. Honraremos sus vidas y no dejaremos de denunciar y exigir justicia a sus asesinos y al Terrorismo de Estado. Hacemos el esfuerzo diario de seguir enamorados de la vida, como una conquista que nos pueden ni queremos que nos quiten. Por eso decimos, ¡Con Memoria y Alegría, Adelante por la Vida!

Hoy pondré mi vela por ese último beso que le di a papá, y a quien he dedicado mi modesta vida, junto a mi compañera e hijas. Ahí estaremos, en la calle, codo a codo. Y entre la gente, quiero verte bailar...

Todos los días, toda la vida!

Manuel Guerrero Antequera

Santiago, 29 de marzo 2011

08:35 hrs.

jueves, 24 de marzo de 2011

ARQUITECTO MIGUEL LAWNER RESPALDA A MICHEL CARTES, QUIEN PROPONE PASAR DE LA MEDIAGUA A LA MEDIA CASA


DE LA MEDIAGUA A LA MEDIA CASA

DE LA PRECARIEDAD A LA DIGNIDAD

DEL INDIVIDUALISMO A LA SOLIDARIDAD

DEL NEGOCIO AL BENEFICIO.

Miguel Lawner
23.03.2011.

Ayer participé en el lanzamiento del libro
“De la Precariedad a la Dignidad. De la mediagua a la mediacasa”.
La publicación describe la reconstrucción de 40 viviendas en la localidad de Coronel, dañadas por el terremoto del 27F. Las obras se iniciaron en Julio del año pasado y concluyeron en Diciembre de ese mismo año.

La iniciativa fue impulsada por SEPADE, (Servicio Evangélico para el Desarrollo), corporación de derecho privada, sin fines de lucro, de origen y vocación evangélica y ecuménica.

El acto tuvo lugar en la acogedora sede del SEPADE, ubicada en una de las alas del centenario Hospital San José. Fue una ceremonia austera –yo diría humilde- , sin alardes publicitarios, pero desbordante de humanismo, al conocer un video que muestra el proceso de construcción e instalación de las viviendas, y que culmina con los emotivos testimonios de las familias beneficiadas.

SEPADE solicitó el respaldo del Comité Intereclesiástico de Emergencia de Chile (CIECH), que logró el financiamiento del proyecto por parte de ACT Alianza. ( )
Los fondos proporcionados por esta institución, alcanzaron a la suma de tres mil dólares por vivienda, equivalentes actualmente a $ 1.440.000.- que corresponden a UF 67.



El equipo zonal de SEPADE Concepción asumió la gestión general del proyecto y el diseño de arquitectura se encargó a la oficina Think Factory Arquitectos, dirigida por el colega de Chillán Michel Cartes , titulado en la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Bio Bio.

Se optó por localizar las obras en Coronel, ciudad de 95.000 habitantes, que a raíz del terremoto resultó con 3.300 viviendas dañadas, de las cuales 1.330 fueron declaradas inhabitables.

El desafío fue proponer una solución habitacional que significara un avance respecto a lo ofrecido hasta ahora en Chile durante las emergencias
Los promotores del proyecto estaban animados por el convencimiento de que las familias damnificadas tienen el derecho a recibir una solución digna.
“Así llegamos a la propuesta de la mediacasa; modelo habitacional de emergencia, no desechable, confortable y seguro, concebido como la primera parte de una vivienda definitiva.” ( )

Los arquitectos se plantearon la tarea de proveer el mayor confort posible: técnico, acústico, de seguridad, estanqueidad, salubridad y estético, en el marco de los recursos disponibles.
De esta manera, diseñaron una unidad habitacional en madera, de 3 x 8 metros, levantada sobre pilotes de hormigón. Todos los revestimientos exteriores y los pavimentos son en piezas de madera seca tinglada o machihembrada de primera calidad, revestimientos interiores y cielos se especifican en planchas de madera prensada; la aislación térmica en los muros consiste en planchas de aislapol de 30 mm. y de 100 mm. en los cielos, y los paramentos exteriores se protegieron mediante una capa de capa de fieltro asfáltico de 10 libras.

La obra fue un modelo de participación tanto de las familias involucradas como del Municipio de Coronel, institución con la cual se fijó un convenio que estableció los siguientes compromisos a cumplir por parte del Ayuntamiento:



- Selección de las familias beneficiadas
- Apoyo profesional para evaluar la viabilidad de cada terreno.
- Proveer camiones para el traslado de los paneles desde el centro de
acopio hasta cada terreno.
- Mano de obra para la instalación de los poyos de fundación y para
algunas labores menores.
- Acompañamiento técnico durante la construcción y
- Aportar colchones para las camas.

Las familias beneficiadas se comprometieron a
- Colaborar en la toma de decisiones de ubicación, demolición, y desarme de las viviendas afectadas.
- Aplicar el color en puertas y ventanas.
- Efectuar terminaciones de la vivienda: Aplicar impermeabilizantes, pinturas de puertas y ventanas, barnices, etc.
- Colaborar en la habilitación del terreno, limpieza y mejoramiento, todo esto previo a la instalación de la mediacasa.
- Colaborar con los trabajadores que construirían su mediacasa.
- Cuidar su nueva vivienda.

El procedimiento empleado, activó las múltiples potencialidades que abre un proyecto participativo. Como se operó sobre los terrenos de cada familia damnificada, la solución maximizó la utilización de todo lo aprovechable con posterioridad a la daños generados por el sismo. En algunos casos, lo único que había sobrevivido era la caseta sanitaria, y en consecuencia, la mediacasa se emplazó adjunta a este cuerpo. En otros casos se añadió a un ala de la casa existente evaluada como recuperable. Algunos destinaron la solución a la zona de dormitorios, otros a estar comedor y cocina.

En definitiva cada solución tuvo un emplazamiento diferente, adecuado a la diversidad de las situaciones existentes, y a las prioridades establecidas por cada familia.
La modalidad solidaria de la iniciativa despertó apoyos insospechados. Una empresa privada proporcionó los materiales necesarios para dotar las viviendas con algunos mobiliarios tales como estantes, literas o muebles de cocina.
Estudiantes del Centro Educacional de la Madera(CEM) y del Liceo Industrial de Temuco, se organizaron en talleres extraprogramáticos, para diseñar y confeccionar gratuitamente los prototipos del mobiliario, en concordancia con el proyecto de arquitectura.
Finalmente, las faenas concluyeron con la plantación de un árbol, al amparo del cual las familias habrán de recordar esta acción solidaria que marcará sus vidas para siempre.
“Junto con entregar la mediacasa, hemos querido plantar un árbol en cada una de ellas. A través de este árbol, haremos entrega oficial de la vivienda a cada familia, será nuestro certificado y su crecimiento representará el puente entre ellas y nosotros.” ( )

El resultado obtenido es un producto del amor y la solidaridad.
Además del beneficio otorgado a cada familia damnificada, el barrio donde residen mantiene su identidad y se enriquece con un mejoramiento armónico con el entorno.

Diseño propuesto para la mediacasa.

Nada de esto es posible en el marco de la actual producción de viviendas vigente en Chile. El sistema del subsidio individual no fue concebido para solucionar las demandas habitacionales, sino que como un mecanismo destinado a transformar la vivienda en una mercancía.

A un año de la catástrofe, son muy escasas las obras de reconstrucción de viviendas. Los damnificados deambulan con el certificado del subsidio en sus manos sin saber como materializarlo.
Su única alternativa es recorrer el mercado habitacional que le ofrece diversos modelos de casas tipo prefabricadas promovidas por el MINVU.
La variedad de tamaño de los predios, -normalmente bastante exiguos-, dificulta la instalación de dichos prototipos, y cuando llegan a calzar, suelen violar alguna de las normas vigentes en cuanto a separación de las medianeras, orientación de los recintos o rasantes.
Qué decir de coordinar con los restos de la edificación existente salvados del desastre. La casa tipo los ignora. Es un injerto ajeno a ellos y a su entorno.

La fórmula del subsidio tal como opera hoy día, puede ser adecuada para aplicarse en desarrollos inmobiliarios normales, en los cuales los postulantes carecen de sitio propio y les resulta indiferente su instalación en una u otra zona. A lo sumo aspiran a permanecer dentro de los límites de la comuna en la cual residen.


Diferentes opciones de ampliación de la mediacasa, y detalles constructivos.

La emergencia, en cambio, se caracteriza por los siguientes factores:

a)Las personas afectadas están instaladas en un sitio bien determinado y salvo excepciones, solo aceptan una solución en dicho lugar,
b)El cuadro de viviendas afectadas se caracteriza por su diversidad. Algunas quedaron totalmente destruidas, otras parcialmente o con daños menores. Lo racional es evaluar y diseñar la respuesta adecuada para cada caso. Ofrecer una respuesta única constituye un despilfarro de los recursos fiscales.
c)Las unidades habitacionales dañadas no están agrupadas y se encuentran dispersas en un determinado territorio. Este factor hace inviable la intervención de la gran empresa que rehusa operar en tales condiciones y que tampoco acepta construir con los moradores instalados en la misma faena.


Imagen de la casa y testimonio de la familia Báez Palma

He propuesto con anterioridad la creación de Sociedades Mixtas entre los Municipios y los respectivos SERVIU, instituciones a las cuales el MINVU les entrega la administración de los fondos destinados a la reconstrucción, que deberán variar en conformidad con las evaluaciones técnicas de cada caso. Estas Sociedades, como también puede hacerlo una ONG o una EGIS, contratan a empresas constructoras medianas o pequeñas, que operan mediante el tradicional sistema de estados de pago conforme al avance de las obras.

Se reproduce así la exitosa experiencia participativa y solidaria aplicada con las 40 familias de Coronel, que estoy seguro convoca a la colaboración de miles de jóvenes profesionales así como de las universidades, transformando las faenas de reconstrucción en una auténtica fiesta.

Al término de la ceremonia de lanzamiento del libro ya mencionado, felicité calurosamente a Michel Cartes, joven profesional a cargo de la hermosa experiencia impulsada por SEPADE, ejemplo de un profesional capaz de liberarse del veneno inoculado por el neoliberalismo en la formación y en la práctica del noble oficio de la arquitectura.
Le manifesté que daría a conocer su experiencia al círculo de colegas a los cuales remito mis reflexiones y a quienes entregaría su correo electrónico en la eventualidad que quisieran contactarlo.
Aquí va:

mcartes@thinkfactory.cl

Digamos a manera de colofón que, contrariamente a las leyes de Murphy, las cosas que van mal, siempre pueden mejorar.


El libro trae el testimonio de las 40 familias favorecidas con el proyecto de SEPADE:

miércoles, 16 de marzo de 2011

JOSE MIGUEL VARAS IMPACTA CON SU LIBRO "LOS TENACES", QUE DESTACA LA IMPORTANCIA DE LA PIEDRA DEL MEDIO



viernes 4 de marzo de 2011
Crítica literaria: “Los Tenaces”, de José Miguel Varas
Fernando Barraza (Desde Chile. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)

La importancia de la “Piedra del Medio”

La nueva obra del escritor y periodista, Premio Nacional de Literatura 2006, revela la maestría del autor en el cultivo de la entrevista y la crónica, y presenta la notable existencia de ocho personajes, que tienen dos elementos en común: su militancia comunista y su tenacidad.

José Miguel Varas conoció personalmente a Zorobabel González, uno de los personajes del Santiago de los sesenta, el mítico suplementero, apodado “El Guagua”, que tenía su kiosco de diarios en la Alameda, al lado del Ramis Clar, y lo incluye como uno de los ocho protagonistas del libro, todos quienes poseen una característica primordial, que explica el título de la obra: “Los tenaces” (170 páginas, LOM Ediciones, 2010).

El autor, en un estilo sobrio y directo, sin que se note su presencia, como en sordina, facilita el encuentro del lector con los “tenaces”: Luis Emilio Recabarren, Salvador Ocampo, Américo Zorrilla, Carmen Vivanco, Zorobabel González, Samuel Riquelme, y los hermanos Arturo y Carmelo Soria.

En el capítulo respectivo, “El Guagua”, describiéndole a José Miguel Varas, la fuerza de un dirigente obrero ya desaparecido, que había soportado estoicamente, los embates y apremios de la dictadura, le dice, en tono definitivo: “Ese hombre era la piedra del medio.”

El cronista, curioso, le pregunta: “¿La piedra del medio? ¿Qué vendría a ser eso?”

Y Zorobabel le explica: “La Piedra del Medio, pues compañero, la que está al medio mismo del Partido, eso que no se puede romper nunca. Donde se quiebran los dientes los burgueses y todos sus policías. ¡La Piedra del medio!”

Pero Varas insiste, con algo de pedantería: “De acuerdo con los estatutos, lo que está al medio del partido es la Dirección, la Comisión Política, que la nombra el Comité Central. Se supone que ahí están los mejores compañeros.”

El “Guagua” sacude la cabeza, insatisfecho: “Esto no lo va a encontrar en los estatutos, compañero. Es otra cosa, es lo que aprende la clase obrera y no tiene porqué estar por escrito. La Piedra del Medio está formada por los compañeros que son más duros que el acero. Son los mas tenaces, esos con que el partido sabe que puede contar siempre, cuando las papas queman, como sea, para lo que sea, sin preguntar nada, sin pedir nada, así no mas…”

El autor explica que el nombre de su obra lo tomó de una expresión que, en los sesenta, usaba el periodista Camilo Taufic, para referirse a los comunistas, y que le pareció muy afortunada: “los tenaces”.

Claro, se entiende que el título de un libro no puede ser demasiado largo, pero, en este caso, quizás tendría que haber un asterisco, que trascribiera el diálogo entre José Miguel Varas y Zorobabel González. La explicación del “Guagua” es impecable y a prueba de malos entendidos.

Los que conocemos a los comunistas o, mejor aún, como en el caso de este periodista, trabajamos con ellos, identificamos perfectamente a los que son la “Piedra del medio”: tenaces, estoicos, parcos, consecuentes, comprometidos, humildes, modestos, sobrios, sin aspavientos, una especie poco común entre los seres humanos…

Humildad ejemplar

En una época como la actual, en que el exitismo y el triunfalismo, campean sin contrapeso, la sencillez y la humildad, de que hacen gala los personajes de “Los Tenaces”, parecen valores en extinción, casi extemporáneos.

Américo Zorrilla, obrero gráfico y dirigente comunista, que se ganó en el reconocimiento de sus pares, el apodo de “Don Américo”, cuenta en primera persona, su insólita reacción cuando sabe que su Partido lo había propuesta para el cargo de Ministro de Hacienda en el primer gabinete del Presidente Salvador Allende, el 1970:
“Me enojé, me parecía una cosa increíble, no encontraba por donde agarrarla. Comenzó entonces mi lucha en contra de esa resolución. Discutí con los compañeros de la Comisión de Cuadros y del Secretariado, pero finalmente fui derrotado. Me sentí agredido por mi partido y me aislé, durante una semana no hablé con nadie. Pero, al final tuve que comprender que la responsabilidad de un militante consiste en cumplir lo mejor posible las tareas que el Partido le encarga.”

Ya ejerciendo el cargo, un día, su secretaria le dice: “Señor Ministro, aquí tengo todos los recortes de prensa sobre su persona, ¿Desea que le preparemos un álbum?” Por cierto, la respuesta es negativa. En otra ocasión, Don Américo explica: “Algunos creen que los servidores del estado, por el hecho de serlo, tienen ciertos privilegios. Recuerdo que los jefes de un organismo fiscal decidieron contratar el almuerzo diario para el personal al Hotel Carrera, argumentando que no salía más caro que encargarlo a cualquier concesionario. Me pareció inaceptable.”

En la entrevista a Salvador Ocampo, fallecido senador comunista, realizada en Moscú, en 1977, José Miguel Varas intenta conocer rasgos de la personalidad de Luis Emilio Recabarrem, el histórico fundador del comunismo chileno, del que Ocampo fue uno de sus discípulos.

En la práctica, tanto Recabarren como Ocampo se transforman en personajes de Los Tenaces. El futuro senador, ¡a los diez años de edad!, trabajaba como cargador, en una cuadrilla, en 1912, en Tocopilla y les leía los artículos del diario, que publicaba el padre del movimiento obrero, a sus compañeros analfabetos. Ocampo cuenta que conoció a Recabarren en la plaza Vicuña Mackenna de Antofagasta, donde todos los miércoles, el gran dirigente conversaba con los trabajadores.

Un día, Recabarren repara en el joven Ocampo, le pregunta si le gustaría aprender tipografía y lo invita a que vaya a la imprenta al día siguiente, episodio que el entonces adolescente recuerda así: “Recabarren me dijo: “Usted se queda aquí como aprendiz. Se paga los días sábados, eso sí que a veces no hay dinero, pero la comida no falta, siempre el sábado habrá algo. Así empecé yo a trabajar con Recabarren, él me enseñó la tipografía y después me llevó a la redacción apara atender las cartas que llegaban, resumirlas, sacar las noticias del país y del extranjero, hacer pequeños párrafos para “El Socialista”, de Antofagasta.”

Ocampo llega a ser muy amigo de Recabarren, pero en una oportunidad, por una discrepancia política, Ocampo y su grupo de amigos mas jóvenes, lo acusan en público de que tiene ambición de ser diputado. Días después, Ocampo se arrepiente de sus palabras y, avergonzado, evita el encuentro con Recabarren, pero éste lo invita a tomar una taza de te y le dice: “Si yo fuera joven como ustedes y no tuviera la experiencia de tantas luchas, habría pensado igual y habría estado con ustedes. Pero en este momento histórico, yo aparezco como el cabecilla, aunque no quiera serlo, tenemos que usar todas las armas para avanzar en este camino tan claro para nosotros, pero incierto y lleno de dificultades para mucha gente.”



No todo es tenacidad

La tenacidad, con toda su importancia, no es la única característica que demuestran los protagonistas del libro. Carmen Vivanco, un verdadero símbolo en las filas de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, también había nacido y llevaba en sus genes la escuela de vida de las salitreras y de la Federación Obrera de Chile, (FOCH), fundada por Luis Emilio Recabarren y de la que, muchos años después, Salvador Ocampo, fue su secretario general, cuando Elías Lafertte fue deportado a México.
Carmen, al igual que Ocampo, desde pequeña le leía la prensa de Recabarren a su padre y a otros dirigentes obreros de la FOCH y participaba de las reuniones políticas que se hacían en la Pampa. Casada con Oscar Ramos Garrido, a quien el residente Salvador Allende nombró como intendente de Llanquihue, en 1972, Carmen y su esposo habían vivido la represión de Gabriel González Videla.

El salvajismo de la dictadura significó que, en agosto de 1976, se llevaran detenidos al esposo de Carmen y su hijo Oscar Arturo, a su hermano Hugo, su cuñada Alicia Herrera y su sobrino Nicolás Vivanco Herrera: “En tres días se acabó casi toda mi familia. Nunca más supe de ninguno de los cinco, y hasta hoy los sigo buscando.”

Como una heroína de una tragedia griega, Carmen demostró una fuerza y un estoicismo notables: “Nunca tuve depresión, nunca me ha entrado histeria, llantos, gritos. He sido muy serena. A veces alguien me decía: Parece que usted no los siente. Claro que los siento, pero no demuestro, no pongo cara de aflicción. Soy dura, puede ser por mi vida. Mi padre era duro. Después de la detención de de mi familia, estuve doce años viviendo sola en mi casa, pensaba en ellos y lloraba. ¡Pero ahora se terminó el llanto, sólo queda la pelea!”

Samuel Riquelme vivió el golpe desde las primeras horas de la madrugada, en su oficina de la Dirección General de Investigaciones, ya que era subdirector del Servicio, y su nombre aparece en el primer bando de la Junta Militar. Horas después, se comunica por última vez con el secretario general de su partido, Luis Corvalán, y se produce un diálogo que Riquelme recuerda: “En esa lista, usted aparece más arriba que yo, como es la cosa, iñor”, me dice Corvalán en tono de chunga. Le contesté: “¿Y que culpa tengo yo?”

Después, Riquelme es detenido y salvajemente torturado, durante meses, hasta que, recién a fines de 1976, es expulsado del país y viaja al exilio, a la República Democrática Alemana. En la tarea de organizar a los militares patriotas democráticos, llega a Bélgica, donde se encuentra con el general de la Fuerza Aérea, Sergio Pobrete, quien lo invita a su casa y le dice: “Yo estaba detenido igual que usted, junto a un grupo de oficiales de la FACH, cuando lo golpeaban y le aplicaban corriente y picanazos eléctricos. En un momento, usted le dijo a los torturadores: “Nosotros, los comunistas, tenemos moral, sabemos por lo que estamos luchando.” A nosotros, los que estábamos ahí detenidos en ese momento, su actitud nos dio una fuerza inmensa.”

Dos españoles chilenos

Los hermanos Arturo y Carmelo Soria completan la lista de “tenaces”. Arturo, el mayor, era un anarquista español, republicano, que llegó a Chile en 1939, en el famoso Winnipeg, el barco fletado por Pablo Neruda. Irónico, impredecible, anticlerical, contestatario, se definía a si mismo como: “discrepante y antimultitudinario”.

A pocos meses de llegar, se transformó en un personaje de la vida intelectual santiaguina, gran amigo de Manuel Rojas, Pablo Neruda y José Santos González Vera, y se embarcó en la quijotesca editorial Cruz del Sur, donde, con el notable diseñador Mauricio Amster, publicaron lo mejor de la literatura española y chilena.

Tras el quiebre de su proyecto, Arturo volvió a España, en 1959, donde siempre se mantuvo espiritualmente unido a Chile, especialmente después del Golpe y el asesinato de su hermano Carmelo, hasta su muerte, en 1980, en su casa de Madrid.

El hermano menor, Carmelo, llegó a Chile en 1946, después de completar sus estudios de economía, con doscientos libros de escritores españoles, sobre todo poetas. Venía por dos meses y se quedó 29 años, hasta su asesinato por la DINA, el 14 de julio de 1976. Su amiga, Inés Figueroa, lo recuerda: “Carmelo, a diferencia de su hermano Arturo que hablaba todo el tiempo, era silencioso, hasta parecer mudo. Tímido, alto, sombrío, irónico, le pregunté una vez por qué andaba siempre de luto. Me respondió: “Dame un solo motivo para no andar de negro…”

Entró a trabajar en la editorial de su hermano Arturo y en 1958 se casó con Laura, mas conocida como “Bisagra”, la hija del escritor José Santos González Vera y de la educadora María Marchant. Tras el triunfo de la Unidad Popular, colaboró con la Editorial Quimantú, donde fue amigo del presidente del Sindicato, Sergio San Martín, quien explica: “Su vida estaba entregada a hacer siempre lo correcto y no lo mas conveniente para él. Es el único que tenía dos carnes de militante comunista, uno del partido español y otro del chileno. Hablaba siempre con claridad, desde los principios.”

Esos principios lo llevaron, tras el Golpe de 1973, a arriesgar su vida, como funcionario internacional, en defensa de centenares de chilenos perseguidos por la dictadura, hasta que el 14 de julio de 1976, salió de su trabajo y se dirigió, en su pequeño automóvil, hacia su casa en Las Condes, donde nunca llegó. Al día siguiente, encontraron su auto, sumergido en el Canal El Carmen, en el cerro San Cristóbal. El 16 de julio, al secar el canal, apareció su cadáver, salvajemente torturado, a un kilómetro del auto.

Su hija, Carmen Soria, lo recuerda: “La historia de mi papá me acompañará siempre, sobre todo en la sociedad en que se vive ahora, donde pareciera que todo pasa y no deja huella, donde nadie se percibe en el marco de la historia y como consecuencia de ella. Los actos cotidianos de mi padre, desde que lo parieron, tenían que ver con todo. Nunca era frívolo. Era una persona que decía lo que pensaba, sin adornos ni rodeos.”

Otro más del grupo invencible de los que son la “Piedra del Medio”

miércoles, 2 de marzo de 2011

ESCRITOR LUIS SEPULVEDA RINDE HOMENAJE A ISIDORA AGUIRRE, LA REBELDE, OTRA QUE NO RECIBIÓ EL PREMIO NACIONAL DE LITERATURA



Isidora Aguirre ha muerto, y la trágica noticia me sorprende mientras regreso de un hermoso festival literario, Correntes da Escritas, que todos los años se realiza en Povoa do Varzim, Portugal, y cito esto porque fue justamente en ese pueblo de pescadores donde hace algunos años José Saramago me habló con admiración de la gran dramaturga, profesora y novelista chilena. “Esa mujer debería ser para los latinoamericanos una dramaturga comparable a Brecht”, me dijo el gran escritor lusitano, y yo me atreví a responderle que, para algunos latinoamericanos Isidora Aguirre –la Nené para los amigos- era la mayor autora teatral del continente.

Isidora vio sus obras escenificadas por compañías teatrales como El Galpón, Rajatabla, Libre Teatro Libre, Berliner Ensemble, Teatro Nacional de Cuba, Theatre d’Nancy, Rostocker Schauspielhause, y contó con la admiración de grandes contemporáneos entre los que destacan los argentinos Oswaldo Dragún, Roberto Cossa, el colombiano Enrique Buenaventura, los uruguayos Mauricio Rossenconff y Roberto Espina. Jamás olvidaré la admiración con que me habló de ella Dario Fo que siempre ha considerado “Los que van quedando en el camino” como la más alta demostración de teatro épico. A Isidora Aguirre la admiraban y querían los integrantes de la primera división del teatro mundial, pero en Chile… ya se sabe lo que es el maldito “pago de Chile”.

A Isidora Aguirre la citan con la boca llena en las esferas oficiales, en la nomenclatura cultural, pero apenas conocen una de sus obras; “La pérgola de las flores”, obra espléndida si dudas, fruto del talento de una mujer que hasta se dio el lujo de escribir ese hermoso entretenimiento para sobrevivir y poder así dedicar tiempo a sus otras obras magistrales, como la mencionada “Los que van quedando en el camino”, “Lautaro”, “Retablo de Yumbel”, “Población Esperanza”, y tantas otras obras marcadas por su inclaudicable rebeldía, sentido de justicia social y ética, una rigurosa ética de artista e intelectual que siempre estuvo con los jodidos, con los perdedores ilustres, con los de abajo.

Militante comunista hasta la médula, Isidora Aguirre nunca dejó de estar donde había que estar, en el momento justo, e hizo lo justo, aquello que su conciencia le dictó como correcto.



Le negaron repetidamente el más que merecido premio nacional de literatura justamente porque era una rebelde, porque no cedió jamás en sus principios y porque nunca dejó de ser crítica con el poder. Hace algunos años, uno de los argumentos para negarle el premio nacional de literatura fue que “había publicado muy poco”. Y con eso los jurados demostraron que jamás se asomaron a las páginas de “Doy por vivido todo lo soñado” o “Carta a Roque Dalton”, dos novelas publicadas en España que, a más de 20 años de ser publicadas continúan vivas en la memoria de los lectores y son dos referencias cuando en las universidades europeas se habla de literatura chilena. Pero no podían darle el premio nacional de literatura a una señora de las letras que, pasados ya los ochenta años, seguía escribiendo alejada de cualquier vanidad literaria y empeñada en contar desde el texto teatral y desde el escenario asuntos tan “poco literarios” como el cierre de las minas de carbón en Lota. Mientras una vez más le negaban el premio de sobra merecido, Isidora, la Nené, se entregaba a escribir “Subiendo…¡último hombre!”, o su sorprendente adaptación de “Fuenteovejuna” que fue un espejo de la realidad chilena.

Leo que el ministro de cultura chileno ha declarado un día de luto nacional por el deceso de la gran dramaturga. Pobre homenaje tardío que, más que arreglar una injusticia, avergüenza a los gestores de la cultura chilena de los últimos veinte años.

La recuerdo en los días de clandestinidad, sentada en el suelo, con la máquina de escribir sobre las piernas y los cigarrillos a mano, redactando un documento para que en Francia, Italia, Alemania o Bélgica atendieran y ayudaran a una compañero o compañera que horas antes ella misma había metido en alguna embajada para salvar su vida, sin más ayuda que su propio valor y su viejo simca de techo negro, auto muy odiado por los esbirros de la dictadura. Y en esta hora triste la recuerdo mientras corregía sobre la marcha una obra agitativa, “Quién tuvo la culpa de la muerte de la María González”, que tuve el honor de dirigir con un grupo teatral de Valparaíso.

Isidora Aguirre recibió muchos aplausos y reconocimientos en América y Europa. Sus obras teatrales y novelas están traducidas a muchos idiomas, pero en Chile los gestores o gerentes de la cultura decidieron que era molesta, y vaya si tuvieron razón; Era terca frente a la injusticia, valerosa frente a los soberbios engominados del poder, rebelde frente a las costumbres pacatas, y libre, muy libre, porque así lo dictó su noble corazón de comunista.

Luis Sepúlveda

Gijón, 27 de febrero de 2011



http://www.lemondediplomatique.cl/Isidora-Rebelde.html