jueves, 20 de noviembre de 2008

LUIS CORVALAN: EL DERRUMBE DEL PODER SOVIETICO

El derrumbe del Poder Soviético (por Luis Corvalán Lépez)

9 Agosto, 2007 - 04:02 — equipo.editor

La crisis de los paises socialistas y el colapso de la Unión Soviética provocaron una fuerte conmoción, especialmente en los millones de militantes comunistas.

Desorientados, desmoralizados, muchos se quedaron - hasta hoy - sin respuesta a sus acuciantes preguntas. Luis Corvalán, autor de este libro, no fue ajeno a esta crisis. Secretario del Partido Comunista de Chile durante 31 años, aporta en este volumen su propia vivencia de los acontecimientos, y el conocimiento personal de los protagonistas del drama.

Avalado por su dilatada experiencia política- milita en el PC desde hace mas de 60 años-, resultan impactantes sus reflexiones sobre lo que fue la construcción del socialismo en la URSS, asi como sus defectos: el culto a la personalidad y sus raíces históricas; el papel del Partido “ el exceso de poder le hizo mal”; la política económica que despreció las leyes del mercado; la responsabilidad de Gorbachov ( “aprendiz de brujo que desató los demonios”). Descarnado, no elude en este análisis la autocrítica al papel del PC chileno ( “ no queriamos ver la realidad tal cual era”) y su ciega adhesión a la URSS.

Revelador, el libro resultará imprescindible para entender un capítulo vital de la historia política de este siglo.

Editorial Los Andes.

http://www.luisemiliorecabarren.cl/?q=node/348

EXTRACTO LIBRO: EL DERRUMBE DEL PODER SOVIETICO.

Capítulo 12.-

EL PRINCIPAL RESPONSABLE

No hay más que reconocer que el Partido Comunista de la Unión Soviética es el principal responsable del derrumbe del socialismo en su país y en Europa del Este. El Partido que fundara Lenin, el Partido que dirigió la revolución más trascendental de la historia humana y que encabezó victoriosamente a su pueblo durante tres cuartas partes del siglo XX, tenía que haber demostrado esa misma capacidad para impedir la proliferación de males en el seno de la sociedad soviética y en sus propias filas, para corregir a tiempo las deformaciones y, finalmente, para llevar a la “ perestroika” a buen puerto. Y no sucedió así.

El PCUS fue fundado por Lenin en 1898 con el nombre de Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Pasó a llamarse Partido Comunista por acuerdo del VII Congreso celebrado en Petrogrado en marzo de 1918. Surgió y se desarrolló como un partido de acción que puso en movimiento a millones y millones de hombres y mujeres en pos del socialismo. Consideraba que éste tenía que ser – y no podía ser de otra manera – obra del pueblo, al cual educaba y del cual aprendía y se aconsejaba. En tiempos de Lenin ésta fue la regla de oro del comportamiento del Partido. En ello radicaron su fortaleza y sus éxitos.

Después de Lenin, en uno y otro momento de la historia de la Unión Soviética, el Partido mantuvo este comportamiento o primó en él dicha conducta. Pero es incuestionable que,también después de Lenin, aparecieron en su seno- y a la postre se hicieron dominantes- los rasgos que lo llevaron a separarse del pueblo y a dejar de ser un partido comunista propiamente tal, para convertirse en un ente burocrático, en un aparato de poder, en una simple máquina de administración.

Formalmente, el Gobierno de la URSS estaba en manos del Soviet Supremo, constituido por un poder legislativo bicameral, por la Cámara de Representantes del Pueblo y la Cámara de Representantes de las Nacionalidades. Era el Parlamento de la URSS, pero lo cierto es que carecía de facultades reales de poder. Se reunía por lo general una vez al año para aprobar el paquete de medidas que le proponía el Presidium del Soviet Supremo, sin que siquiera mediara una real discusión.
Con la “ perestroika” se creó un Parlamento que merecía el nombre de tal, el Congreso de Diputados. Lo vi funcionar a mediados de 1988. Discutía sobre “ un cuanto hay”.Sus debates no eran estériles. Los diputados consideraban cosas de interés y cosas baladíes, hasta si debían usar corbata en el ejercicio de sus funciones. Estaban preocupados por los mecanismos electrónicos para contar los votos. Este mecanismo era como un juguete novedoso que atraía su atención. Comprensible. Hacían su experiencia.


En la práctica, durante 70 años, el Gobierno de la URSS estuvo, en la mayoría de esos años, en manos del Partido o, dicho más exactamente, en manos del aparato del Partido. Este mandaba en todo. Nada se hacía sin su consentimiento, sin que mediara de su parte una resolución.

Cuando llegué a Moscú para instalarme allí con mi familia, dando comienzo a mi exilio, me entregaron un departamento en un viejo edificio de la calle Gorki, a tres cuadras de la Plaza Roja, edificio en el cual residía Luis Carlos Prestes, que era entonces secretario general del Partido Comunista de Brasil. Algunas semanas después surgió la necesidad de cambiarme a un departamento más amplio, porque dos de mis hijas, una de ellas casada, que se hallaban en Moscú desde comienzos de año, tenían que irse a vivir con nosotros.¿ Con quién hablamos? ¿ A quién le solicitamos el cambio de vivienda? ¿Quién solucionó el problema? Hay una sola respuesta: el Partido, cuyo Comité Central tenía un departamento especial para resolver estos asuntos. Otro hecho decidor. Un día nos llamó por teléfono, desde España, nuestra amiga Julia Araya, que había viajado desde Santiago a Madrid, junto a su esposo, Jorge ; un prestigioso odontólogo.

Querían pasar a vernos por unos tres dias. A la Unión Soviética podía llegar cualquier persona procedente de cualquier lugar del mundo, a través de Inturist o de alguna otra agencia de turismo que tuviera convenio con ella. La agencia le ofrecía y le organizaba el tour y le coseguía la visa. Todo lo que tenía que hacerse era cancelar el valor del billete de avión, comprendido hospedaje y alimentación. En el caso de Julia y Jorge, como no viajarían a través de Inturist y se alojarían en nuestra casa, se requería que nosotros le consiguiéramos la visa. ¿ A quién nos dirigimos? Pues, al Partido. A través de él se arreglo el viaje.

El Partido suplantaba los organismos admnistrativos, estaba por sobre ellos. En decenas de años se acostumbró a dirigir en todo la vida del Estado, con o sin ley, de acuerdo o al margen de la ley. Si la Constitución, se pensaba, le confiere el papel de Partido dirigente, todo debe dirigir. Sus funcionarios le tomaron el gusto al desempeño de tal facultad.

El Estado tenía formalmente tres poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. En la práctica había uno solo: el Partido. Cuando se reunía el Soviet Supremo para considerar una ley, ésta se aprobaba invariablemente, sin mayor discusión. Contaba con el acuerdo previo del Partido y eso bastaba.

El exceso de poder le hizo mal. Lo puso por encima de la sociedad y, en definitiva, al margen de la sociedad. Terminó diluyéndose como la sal en el agua, hundiéndose como un viejo barco carcomido y lleno de agujeros, sin vitalidad alguna. Ha tenido un triste fin.

A propósito de la derrota de la revolución chilena, los dirigentes soviéticos citaron una y otra vez una frase de Lenin que había que tener en cuenta rigurosamente: “La revolución-dijeron- debe saber defenderse”. ¡ Quién iba a pensar que la más grande e importante de las revoluciones no iba a ser defendida por el Partido que la llevó a la victoria!.

La “perestroika” fue aprobada por el Pleno del Comité Central del PCUS en abril de 1985, pero sin un convencimiento cabal, más bien formalmente. Los planteamientos de Gorbachov contaron con su anuencia, más no con su respaldo. Gorbachov apareció adelante del Partido y frenado por una parte de éste, por el “part-aparat” o la mayoría de sus componentes. El Partido perdió su cohesión, dejó de ser Partido dirigente y entró en profunda crisis.

En el Pleno de marzo de 1990, al discutirse la plataforma y los Estatutos del PCUS, el secretario de la organización comunista de la fábrica de relojes de Minsk, Victor Chikin, dijo que esa discusión “ parece un concilio de médicos reunidos en torno a la cama de un muribundo”.

En 1990, el 10 % de los que se retiraban de las filas del PCUS declaraban que lo hacían porque éste iba a la zaga de los procesos reestructuradores de la sociedad. Y según una investigación sociológica nacional, realizada ese mismo año, más de un tercio de los encuestados manifestó sus dudas en el sentido de que el PCUS fuese capaz de cambiar y cumplir con eficiencia su papel de vanguardia. Casi la mitad expresó que el prestigio del Partido era bajo.

Algunos alegaron a favor de una purga en sus filas, recordando que también las hubo en los tiempos de Lenin y sosteniendo que no había porqué temerlas. Podría ser positiva, sostuvo el diario “ Socialisticheskaia Industria”. Pero a esa altura del tiempo no había quién le pusiera los cascabeles al gato.

Once días antes del golpe se reunió el Buró Político del PCUS, expuso su preocupación por la pérdida de influencia del Partido en el movimiento obrero y anunció la adopción de medidas para restablecer sus posiciones.Pero ya era tarde. No alcanzó a tomar medida
alguna ni podía hacerlo, y si las hubiese podido tomar no habrían tenido ningún efecto práctico. Habrían sido resoluciones adoptadas en el aire y para que quedaran en el aire.

Bajo la firma de A. Ilin, el diario PRAVDA del 30 de septiembre de 1991 consignó lo siguiente: “El destino del PCUS se va tornando trágico”. Con el inicio de la “perestroika”, el Partido, al comienzo en forma lenta y luego acelerada, se fue quedando atrás de los acontecimientos. No pudo asimilar la política del multipartidismo, prevaleciendo el carácter burocrático y conservador de sus estructuras.Esto lo separó de las fuerzas progresistas y provocó la salida de muchos militantes. A mediados de este año perdió 4 millones de sus integrantes.

Muchos en el diario escribimos sobre la crisis del Partido con la esperanza de que se tomaran las medidas pertinentes. Estas esperanzas se fortalecieron cuando se eleboró el nuevo programa, en el cual la organización intentaba, analizando la historia, recrearla, levantando lo válido y lo vivo, negandose a tomar lo ya muerto y dando pasos hacia una nueva calidad. Pero este proceso fue drásticamente cortado, interrumpido por los acontecimientos de agosto.

“La declaración del Comité de Emergencia fue dirigida- esto debe acentuarse- en contra de la renovación democrática, en contra de la reestructuración del Partido. Después del fracaso del golpe, dado que entre los golpistas habían miembros del CC del PCUS, el Partido fue congelado. Sin investigaciones ni juicio fue declarado ilegal. Una tras otra se fueron entregando las estructuras del Partido. Este, en algunas de las repúblicas, ya cambia de nombre y orientación”.

Así las cosas, la “perestroika”, por la forma en que se inició y llevó a cabo, estaba condenada al fracaso. Para triunfar tenía que haber sido concebida, discutida y asumida por todo el Partido, empezando por su Comité Central, y luego llevada al conocimiento, la consulta, la discusión, la ratificación de todo el pueblo, de los trabajadores en primer término. Así lo habría hecho Lenin y el Partido de los tiempos de Lenin o del Stalin de 1941, cuando ante la agresión fascista, ante un desafío de la historia que requería la movilización de todo el pueblo, el Partido y Stalin se dirigieron a él y supieron ponerlo de pie en la defensa de la Patria Socialista.

La “perestroika” surgió en la cúpula, se aprobó en la cúpula y empezó a operar mediante instrucciones y decretos, con el vapuleado método del ordeno y mando. La mayoría de los soviéticos la acogió con beneplácito, pero no se organizó ni promovió la participación activa de las masas en el profundo proceso de renovación que ella implicaba. El Partido no jugó su papel de dirección en ese aspecto. Dejó hacer a Gorbachov. Dejó que las aguas escurrieran, las limpias y las descompuestas. Permitió que empezaran a sugir y a ganar más y más posiciones personas y grupos que entraron a la arena política, de buena o mala fe, erosionando el socialismo.

Con la perestroika y la glasnot se rompió el monopartidismo, aparecieron varios otros partidos políticos con diversos nombres: socialdemócrata, proletario, democristiano, verde, anarquista, empresarial, monárquico. Muchos miraron esto con recelo ; otros con interés y simpatía. Entre las correcciones que debían introducirse al sistema estaba, precisamente, la de poner fin al monopolio político, al desconocimiento total de cualquiera otra manifestación política que no fuera la de los comunistas.

Ni Marx, ni Engels, ni Lenin sostuvieron jamás que la construcción del socialismo exigía como condición sine qua non la existencia de un solo partido. Durante la revolución y en los primeros años del poder soviético, junto con el partido de los comunistas, estaba el de los Socialistas Revolucionarios, los llamados “eseristas” de izquierda. Si prevaleció un solo partido fue en virtud del hecho que los “eseristas” se volvieron contra la revolución y fueron sorprendidos con las manos en la masa en el complot del 6 de julio de 1918 contra el poder soviético, fraguado por los adversarios del Tratado de Brest-Litovsk, de la Paz con Alemania promovida y defendida por Lenin.

Así se configuró, históricamente, la existencia de un solo partido político en la URSS. Pero este hecho no tenía por qué llevar envuelta la negación del pluralismo político a 70 años de la Revolución de Octubre. El pluralismo político es, ante todo, aunque no exclusivamente, consecuencia del pluralismo social que la Revolución Socialista no suprimió ni podía suprimir y que existió durante todos los años del Poder soviético.

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