domingo, 3 de agosto de 2008

EN MEXICO RECUERDAN A ALLENDE Y LEEN A CORVALAN

EN MEXICO RECUERDAN A ALLENDE Y LEEN A CORVALAN

Reproduzco un breve texto de un amigo chileno, socialista de los buenos –allendista- exiliado en México desde 1973. Es chillanejo, médico, fue diputado socialista y es un activo promotor de todos los actos de los chilenos de izquierda que vivimos aquí. En verdad, debiera habértelo enviado a tu portal, pero me lo remitió a mí, posiblemente porque le indiqué que conociera el “Corazón de Corvalán”. http://elcorazondecorvalan.blogspot.com/ Es éste:

“Termino de leer el artículo “Una incitación a recuperar derechos y utopías”. Radiografía, escaner, resonancia magnética del mapa de avances y dramas del Chile de hoy, junto a la imagen de ese don Lucho que conocimos junto a Lily en la fidelidad de la militancia.

“Con su lectura recupero algo de lo que fui, de lo que fuimos y la esperanza que asoma, de que todavía volveremos a juntarla con la felicidad que se merece nuestro pueblo, Dr. Rogelio de la Fuente.”

Con esta me despido. Un abrazo fraternal para Uds. de Guillermno Ravest.



EL CLARIN DE CHILE VIVE: www.elclarin.cl

Los dos Allende

escrito por Rogelio de la Fuente Gaete
jueves, 10 de julio de 2008

Tras la impresionante avalancha mundial de actos conmemorativos de los cien años de su natalicio, surge la sorprendente condición de símbolo universal que encarna la figura del Presidente Allende ¡mucho más que en el Chile mismo!, donde además se exponen las imágenes de por lo menos dos Allende en apariencia complementarios, pero en realidad muy diferentes.

En efecto, en Chile el poder político ha erigido un mito y una estatua que suplantan al personaje histórico con parcialidades de sus virtudes y defectos, de aciertos y errores, para terminar estructurando un mito heroico ajeno al personaje histórico y a la realidad social.

Es el Allende humanista pero no revolucionario; el hombre bien intencionado pero no combatiente; el honesto y consecuente luchador social, pero sin explicitar contra quiénes; el hombre que dedicó su vida a trabajar por el bienestar de los pobres, pero sin mostrar el cómo; el que desde joven se interesó por la salud colectiva, pero sin mostrar las propuestas de derecho universal, el caracter anti mercantil,etc., etc. En suma, un presidente que termina inmolándose ante una realidad adversa tan grande como su nobleza e hidalguía.

Ni una palabra sobre sus actos mayores, como la nacionalización del cobre, cuya actual marcha atrás alcanza ya a los dos tercios, y mucho menos que las ganancias de las grandes trasnacionales del cobre hoy serían más que suficientes para hacer desaparecer la miseria y financiar salud y educación total para todos los chilenos. Nada sobre la libertad de prensa durante su gobierno, reemplazada hoy por la “Unanimidad de prensa” alcanzada por el gobierno mediante el duopolio que financia y la liquidación de toda otra prensa, en términos que no logró ni siquiera la dictadura. ( Fortín Mapocho ,Rocinante ,etc)

La práctica política del poder ha operado destruyendo las realizaciones de ese Allende, suplantado por el otro Allende, heroico, bien intencionado y valiente, pero equivocado, cuyos errores ha tenido que corregir el poder convergente.

El balance de tales acciones correctivas no puede ser más claro:

Los “demagógicos” avances en igualdad del gobierno de aquel Allende se han corregido con un eficaz control de la sociedad (también de los salarios) y la inversión extranjera que había huído ha vuelto en gloria y majestad, disminuyendo la cesantía al incorporar los refuerzos de lobbistas y gestores y a su escuadrón trasnacional.



En materia de pluralismo, a nadie se le habría ocurrido que durante su gobierno el presidente Allende develara estatuas de algún golpista fallecido, como ahora se anuncia con las de Guzmán, el teórico de la dictadura.

Las privatizaciones actuales compensan con creces las estatizaciones allendistas en formas transparentes y hasta creativas como lo ejemplifica el paradigmático caso del “Banco del Estado” que cambió a “Banco Estado”, en uno de los mayores y desinteresados aportes intelectuales del neo allendismo.

O el importante trabajo voluntario allendista, superado con creces por las asesorías, que se realizan en forma tan abnegada, que hasta diplomáticos ,desde el exterior, las ejercen discretamente, por control remoto. Y suma y sigue.

Hay pues, toda una ética “renovada” que “generosamente” corrige unos “errores” e ignora otras virtudes de Allende y del allendismo, reduciéndolas a mitos y estatuas inofensivas, sin inspiración ni vuelo en la memoria.

Con ello se destruye la verdad histórica, se borra al Salvador Allende real, al luchador social, al compañero, certero pero no infalible, al militante forjador de la unidad de la izquierda, al que encabezó ese vasto y original movimiento social que pretendió el tránsito pacífico al socialismo, que rechazó el reparto del mundo en zonas de influencia que la guerra fría adjudicaba a las grandes potencias, que lanzó la más grande ofensiva gubernamental por la igualdad y la justicia social, que desde la aislada pequeñez territorial con audacia política y moral, se atrevió a denunciar, demandar justicia y enfrentar al imperio transitando por caminos nacionales propios, originales y soberanos.

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Este Allende que vuelve es el nuestro. No queremos santos esculapios ni laicos ni santones, no queremos invenciones
infalibles ni estatuarias, queremos rccuperar al hombre, no el mito, como deber y como necesidad, tarea en la que hasta hechos aparentemente menores pero altamente simbólicos y significativos ayuden a separar las aguas de las confusiones inducidas.

En 1970 ya confirmado el triunfo electoral, no fue casual que el primer acto del triunfante candidato Salvador Allende fuera dirigirse a la Nación desde el local de la Federación de Estudiantes. Hoy, los estudiantes son desalojados por acción policial de la casa de su Partido Socialista en una acción que tampoco es casual se ha evidenciado una línea separatriz entre los socialistas que sufren y /o que rechazan la torpeza anti socialista y los que la aplican , línea separatriz que es la misma que separa a los dos Allende.-

Este Allende que vuelve es el nuestro. Y no toleramos que en tanto se le conmemora con una manso con la otra se le taraicione utilizando la represiva policía en contra de esos mismos estudiantes Ni santos esculapios ni laicos ni santones, no queremos invenciones infalibles ni estatuarias, queremos rccuperar al hombre socialista, no el mito, al verdadero Allende que en este aniversario se alza como una figura universal.

Es el Allende que sigue presente en las luchas políticas, éticas y justas, con todas sus virtudes y errores, pero humano.- y que sigue volando en la memoria, para ocupar su lugar de siempre en la larga marcha en contra de la injusticia, la desigualdad y la hipocresía.

Rogelio de la Fuente Gaete

viernes, 25 de julio de 2008

LUIS CORVALAN, UN INICITADOR A RECUPERAR LOS DERECHOS Y LAS UTOPÍAS



LUIS CORVALAN, UN INCITADOR A RECUPERAR LOS DERECHOS Y LAS UTOPÍAS

Nuestra historia a ojo de los que gritamos “y que fué, aquí estamos otra vez”
UNA INCITACIÓN A RECUPERAR
LOS DERECHOS Y LAS UTOPÍAS


Los comunistas y la democracia, el último libro de Luis Corvalán Lépez, editorial LOM, 152 páginas, una revisión histórico-política al siglo XX que sin recetas ni consejos sacude desencantos.
Lanzado al encuentro de lectores en acto reciente en la sede de la CUT, acto que fue un virtual tributo a Salvador Allende.
Su texto aborda los siguientes temas: A 100 años de la matanza en la Escuela Santa María; La confabulación con el imperio yanqui contra la democracia chilena;
El Partido Comunista de Chile en la lucha por la democracia;
La democracia bajo los gobiernos posdictadura; Democracia y socialismo; La renacionalización del cobre para una democracia real; Palabras finales.
Por Guillermo Ravest.



No soy crítico literario ni politólogo. Simplemente un periodista viejo, apasionado e inquieto como tantos, por la suerte de nuestro pueblo. Fresco el acicate de la reciente lectura de esta última obra de Corvalán, aspiro a compartir certezas y esperanzas que ella renueva. Que las hay las hay. Pero vamos primero con los desencantos y los desencantados con el modelito neoliberal que nos legó la dictadura.

Quien se haya percatado en estos mismos días de los titulares de la prensa y los noticieros televisivos o los temas que abordan nuestros opinólogos comprobará que fueron para acentuar la depresión. Y mucho más si sopesamos qué valores se nos falsean o esconden. Entre ellos, la democracia travestida que insisten en presentarnos cual virtual señorita.. Aún esperamos, por ejemplo, una reacción acorde a la supuesta honra y honor militares mancillados por la recién condenada “asociación ilícita” y delictual que encabezó el inimputable Augusto Pinochet para asesinar alevosamente al general Carlos Prats. Un silencio ominoso.

Somos, en los descuentos del cuarto gobierno concertacionista –o concertacesionista-, un pueblo cada día más ayuno de esperanzas. Y no se trata sólo de esa multitud nacional que hoy debe comprar con dinero plástico hasta el alimento destinado a medio parar la olla o adquirir medicamentos, en cómodas cuotas mensuales y que, agregados los intereses, consumen el 62 por ciento de sus ingresos. Su deuda, según la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, alcanza a la suma de 836 mil 400 millones de pesos. Nuestro ministro del Interior, no compra la mantequilla ni el kilo de pan con tarjeta de crédito, pero anda más depre que si estuviera obligado a hacerlo. El jefe político de la Concertación, Edmundo Pérez Yoma, es el autor de esa reciente frase con olor a epitafio: “hay que estar preparados para perder el poder”.

¿Cuáles otros sucesos de estos días retratan nuestra democracia de libre mercado? Este gran y modesto chileno que es Corvalán nos hace una radiografía de ella. Los miles de litros de aguas nauseabundas y urticantes lanzadas sostenidamente por las Fuerzas Especiales contra estudiantes y maestros, para impedir y contener su movilización, represión aplaudida hipócritamente por la prensa del sistema. En contraste, el escándalo nacional del litro de agua que la jovencita María Música arrojó contra el autismo de la ministra de Educación y su apoyo al lucro parasitario de los sostenedores.

Simultáneamente, el intendente metropolitano autorizaba que jóvenes neonazis –fachos relictos del pinochetismo- marcharan por el centro con sus insignias, banderas y gritos oprobiosos para cualquier democracia que se estime tal. Las acciones de virtual guerra contra mapuches de Tirúa que aspiraban a rescatar su predio arrebatado por una forestal, enésima demostración de una voluntad racista de Estado. La detención de una documentalista con falsos cargos, a la que además se le secuestran sus videos para ayudar a la policía en la detección de “indios violentistas”.

Y como no podía faltar en tiempo de elecciones, aparecieron los tiesos personeros de la Moneda repitiendo sus inefables monsergas por la renuencia de la juventud a inscribirse en los registros electorales: “no es posible que ocho de cada diez jóvenes en edad de votar no se inscriban”. Esta actitud corre a parejas con el desencanto –cuando no el repudio- que una mayoría de chilenos expresa hacia la denominada “clase política”, congresistas y partidos, que con sus políticas nos han convertido en uno de los países más inequitativos del mundo. Contamos con más multimillonarios en relación a su población. Sin embargo, el 60 por ciento de sus habitantes -10 millones- sobreviven con menos de 82 mil pesos mensuales. Si en 1990, al inicio de los gobiernos concertacionistas, el nivel de ingresos del 5 por ciento de los chilenos más pobres era 110 veces menor que el del 5 por ciento más rico, esta brecha creció escandalosamente a 220 veces en el año 2005.

Todos pergueñamos que la economía es la esencia de la política. Apoyándose en análisis de economistas como Hugo Facio, Manuel Riesco y José Cademártori, Corvalán explica, sin adjetivos, cómo la Concertación ha proseguido, diligentemente, la obra de Pinochet y sus Chicago boys en hacer más ricos a los ricos. Con la sencillez de un sereno maestro primario don Lucho va mostrando la conversión del país en un Chile S.A. Recorre las falencias espeluznantes en la valoración del factor trabajo, las secuelas de superexplotación y subcontrataciones, cómo se le exprime lucro a la previsión social, a la salud, a la educación empujando a los chilenos a la enajenación y a una situación de sobrevivencia. Demuestra que con la “democracia de mercado” que heredamos en 1990, sólo queda constatar con Martín Fierro que: “las razones de los pobres son como campanas de palo”.

Nos recuerda, por ejemplo, una confesión –sin confesionario de por medio- del dirigente Edgardo Boeninger, al finalizar la primera administración de la Concertación: “el gobierno de Patricio Aylwin cumplió la misión de legitimar el modelo económico impuesto en años de la dictadura”. Era el tiempo de “la justicia en la medida de lo posible”, con pinocheques y boinazos. Le siguió el eslogan de gobernar con equidad, también “en la medida de lo posible” y que ahora nos lo pintan como un “gobierno ciudadano”, en la medida de lo posible. Ha sido una transición inacabable. Lo único sostenido en este aquelarre de disfraces es que los partidos pinochetistas se acicalan de centristas y la dizque centro-izquierda actúa como neoliberal. Y si los “nostálgicos del pasado” salen a la calle a demandar que las promesas incumplidas durante estos últimos 18 años se hagan verdad, la respuesta unánime es “duro con ellos”.

Salvo pequeños retoques, persiste el tufo pinochetista en el código del trabajo, en el sistema electoral binominal, en la educación transformada en mercancía, en la pérdida de potestad de los trabajadores sobre sus fondos provisionales, en un país que sigue liquidando su soberanía a favor de los conocidos de siempre y la voracidad de las transnacionales: el agua, el cobre y sus riquezas minerales, los 2.1 millones de hectáreas de bosques plantados con generosos subsidios fiscales, las tierras mapuches usurpadas. Incluida la vida y las esperanzas de la mayoría de sus habitantes.

Pero ¡ojo!, Corvalán, aunque escriba la historia desde el punto de vista de los vencidos, de los jodidos de siempre, recuenta masacres y lapsos de avance, pero deduce que en todo origen de progreso o desarrollo, siempre están presentes el sudor y la sangre de los insumisos, los rebeldes de buena cepa que persisten en sus utopías.

Lógicamente, a despecho de sus 92 años, Corvalán no es un hombre quieto ni solitario. Maestro primario, su experiencia de vida en el último saldo de la dictadura de Ibáñez lo hizo comunista desde 1932, periodista, senador, secretario general durante más de un cuarto de siglo de un partido que entregó con 250 mil militantes en 1973, sigue repicando para que las campanas del pobre suenen como bronce sonoro.

Típico dirigente de su clase, estudioso autodidacta, su vida es un acervo de experiencias vitales bajo dos dictaduras (González Videla y Pinochet) –flagelado policialmente por sus ideas, sufrió prisiones y relegaciones, el confinamiento en el campo de concentración de Pisagua y en isla Dawson, enviado al exilio en 1976 que luego desacató para reingresar clandestinamente a la patria bajo las barbas de Pinochet. Como persona, se confiesa felizmente monógamo de Lily Castillo y fiel a su origen campesino, aquerencia hijos y hasta bisnietos y cultiva verduras y cría pollos y conejos cuando puede.

A los intelectuales posmodernistas, que se esfuerzan por embellecer el actual capitalismo del desastre, Corvalán debe resultarles inclasificable. Seguramente lo califiquen de anacrónico, porque persiste en su arraigada certeza de que al pan hay que llamarlo pan. No relativiza en sus exposiciones. Y mantiene absolutamente afilado y vigente su sentido crítico para exponer con hechos morrocotudos la verdad y la mentira.

Por eso, a Luis Corvalán habría que adscribirlo a la postura que el sociólogo Atilio Borón describe como “pensamiento crítico, que tiene como punto de partida el principio hipocrático de luchar por la salud y el bienestar del pueblo y de la sociedad, que están enfermos”. En Chile, en América Latina y en todo el orbe. Y siempre, su preocupación esencial también ha sido el de la salud del partido de Recabarren. En 1952 cuando tras la razzia anticomunista de González Videla el PC quedó con tres mil militantes, según escribe Corvalán en uno de sus libros: ya no era tiempo de lamentaciones. Lo primero que debíamos hacer era sacar el partido a la calle, ponerse al frente de las reivindicaciones de las masas, a todo viento y a todo sol.

Pero esto, con ser lo primero –reflexiona- “no es suficiente para construir un gran partido y lograr que éste sea capaz de darle conducción al pueblo. Tiene que conocer su país, su realidad, su composición de clase, sus problemas, sus tradiciones, la idiosincrasia de su gente, las costumbres de su pueblo. Saber cuáles son las transformaciones sociales que están a la orden del día, descubrir y proclamar el carácter de la revolución y, además, dominar el arte de unir las fuerzas correspondientes para el salto cualitativo de la sociedad”. Son pasas para la memoria aún vigentes.

Es obvio que también persisten ciertas orejas de palo y que cada etapa histórica tiene sus propios bemoles. Al margen de los factores objetivos –la crisis del sistema capitalista, objetivamente delineados en esta obra en lo que toca a nuestro país- queda el quid de los factores subjetivos: ¿estamos los chilenos dispuestos a seguir tolerando el avasallamiento de la sociedad y el asalto al país para engordar el lucro de una ínfima minoría? ¿O debemos contentarnos por optar por soluciones tipo mal menor? En estos mismos instantes, junto a la arremetida imperial, los pueblos de América Latina luchan por un futuro deseable. Algunos invocan el socialismo, el nuevo u otra forma inédita de un modelo más justo e incluyente, donde todos sus segmentos sean necesarios, incluyendo la memoria de nuestros muertos.

Para rescatar una democracia real y humanista, don Lucho nos recuerda: “Cada milímetro de avance que el país ha tenido en su vida política y social ha sido el fruto de la organización y la lucha de su pueblo”. Tampoco entrega recetas en este su último libro, pero convoca: “¡En la lucha por la renacionalización del cobre, una Constitución y un gobierno verdaderamente democráticos construyamos el entendimiento y la acción común de todos los sectores patrióticos!”
Y es como oir a don Lucho en alguna antigua reunión de militantes, pero añadiendo un: “Bueno, ¡basta de cháchara compañeros, ahora, manos a la obra!”

miércoles, 23 de julio de 2008

LUIS CORVALAN: VIGENCIA DE UN LUCHADOR



LUIS CORVALÁN: VIGENCIA DE UN LUCHADOR

Más que memorias ancladas en el pasado, el libro “Los comunistas y la democracia”,
que se lanzó el miércoles (16 de julio) en la noche, en la CUT, interpreta el presente y abre caminos de lucha para el futuro


por Fernando Barraza (EL SIGLO)

A los 92 años, Luis Corvalán Lépez, emblemático dirigentes del Partido Comunista de Chile, y su ex secretario general en los decisivos momentos de la Unidad Popular y del Golpe de Estado, demuestra una vigorosa e insólita combatividad en su lucha incesante por la proyección de su partido en el Chile del hoy y del mañana.

En su libro “Los comunistas y la democracia”, editado por LOM, y que se lanzó el miércoles pasado, al cierre de la presente edición de “El Siglo”, ante un nutrido auditorio, que repletó el salón de actos de la CUT, Corvalán Lépez, contra lo que podría esperarse, no se centró en trazar nostálgicas semblanzas de su ancha experiencia de dirigente político y protagonista del Chile de las últimas décadas, sino que propuso estrategias concretas de acción para el mañana:



“Hay que cerrarle el paso a la derecha, aislarla, hacer todo lo posible para impedir su pretensión de conquistar el poder”.

Una de las asistentes comentó: “Parece que fuera el secretario general en ejercicio del partido”.

Corvalán fue categórico en defender y proclamar la acción y la trayectoria de su partido Comunista:

“Los comunistas han sido los que más han luchado por la democracia en este país. Quién examine desapasionadamente la historia política de las últimas cinco décadas y más, podrá comprobar que nuestro partido siempre ha estado en la primera fila de la defensa del sistema democrático.”

Además de su intensa vida partidista, que lo coloca en el primer plano de la historia política chilena contemporánea, Luis Corvalán ha sido un prolífero ensayista. Desde su emblemática obra “Corvalán, 27 horas”, que publicara Editorial Quimantú, en 1972, hasta “De lo vivido y lo peleado”, obra que también editara LOM en 1997, once años atrás, sus libros siempre han sido un aporte para los analistas y estudiosos del acontecer político nacional.



Con un profundo sentido del humor, el ex secretario general del Partido Comunista, se plantea frente a su condición de escritor:

“Para mi fue un drama, esto de preparar algunas palabras para esta noche. Soy malo para improvisar, por eso hoy he preparado unas carillas, pero las que escribí, no me gustan para nada y están llenas de errores, me parecen absolutamente limitadas y realmente sin ninguna importancia. De todas maneras, tendré que leerlas…”

Una vez que logró apaciguar las risas de todos los participantes, Luis Corvalán confidenció que se demoró tres años en escribir este libro, agradeció a las numerosas personas e instituciones que le facilitaron su tarea y sugirió caminos para atacar y neutralizar a la derecha:

“Hay que tratar de avanzar en la denuncia de los numerosos crímenes que cometió la dictadura fascista, con la complicidad de la derecha. El juez Montiglio ha investigado a fondo la situación y ya es posible hablar de trescientos o más sepultados en Paine. Hay que divulgar estos hechos, se trata de algo horrible.”

En su intervención, Corvalán demostró plena lucidez -- hay que recordar que nació en Puerto Montt, en 1916 – e impresionó a la concurrencia con su rapidez mental y su entusiasmo de dirigente:

“Justo en estos días, la derecha, una vez más, ha impedido que se apruebe una reforma constitucional, que abría algún horizonte para reformar el binominal, pero Piñera y sus partidarios no han dado cumplimiento a su palabra empeñada y, tal como ocurrió con el voto para los chilenos en el extranjero y ahora con abrir el sistema electoral, han negado sus votos para una mínima apertura.”

Jorge Arrate y Guillermo Teillier

El lanzamiento del nuevo libro de Luis Corvalán provocó un acto político de gran proyección, con la asistencia de dirigentes de partidos de izquierda, numerosos protagonistas de la Unidad Popular y un nutrido auditorio, entre los que predominaron numerosos sectores juveniles.



El primero en participar en el acto fue el destacado dirigente concertacionista Jorge Arrate, ex ministro de la Unidad Popular y de dos gobiernos de la actual coalición gobernante, quien se manifestó particularmente crítico del accionar del conglomerado oficialista durante los últimos veinte años:

“La Concertación ha cumplido con lo mínimo, hacer un gobierno mejor que la dictadura y superior a la derecha. Pero tiene una deuda considerable con los chilenos y con su propio programa. Chile es hoy una de las doce naciones con mayor desigualdad del planeta y sigue vigente la Constitución de Pinochet, que nunca ha sido sometido al pronunciamiento del pueblo.”

Jorge Arrate se manifestó plenamente solidario con la reforma al sistema electoral binominal, criticó duramente a la derecha y llamó a formar un referente que interprete a lo que llamó “el pueblo allendista”, que tiene plena vigencia en el Chile de hoy y que es el pueblo que votó por el NO. Se manifestó partidario de un modelo unitario, con una propuesta concreta para el movimiento popular.



El presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier, se refirió elogiosamente a la obra de Corvalán:

“Este es un libro para leerlo y estudiarlo a fondo. Se trata de una síntesis muy bien lograda y un lúcido análisis de la lucha de clases.”

Teillier coincidió con la tesis de Luis Corvalán y afirmó que, ”sin menospreciar a otras colectividades políticas, creo que los luchadores mas pertinaces por la democracia han sido los comunistas.”

El actual presidente del Partido Comunista de Chile consideró fundamental el aporte del libro de Luis Corvalán:

“Al leer el texto que hoy presentamos, se puede comprobar una gran continuidad en la lucha estratégica del partido.”



Mas adelante, Teillier afirmó:
“Creo que aquí el compañero Corvalán rebate una falacia que se ha repetido durante mucho tiempo y que nosotros no siempre hemos sido capaces de debatir, los enemigos tratan de plantear que el socialismo y la democracia no son compatibles. Queda demostrado en este libro, que los luchadores más destacadas por la democracia han sido siempre los comunistas.”

Refiriéndose a temas de la contingencia política de estos días, Teillier relató los pormenores de su reunión con el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, a propósito de los hechos de Colombia y de las acusaciones de “El Mercurio” contra el partido Comunista, pretendiendo una justificación de la colectividad a los secuestros de las FARC:

“Nunca hemos justificado esos métodos de lucha, pero hay que recordar que las FARC no hicieron sino reaccionar frente a las persecuciones de los gobiernos derechistas colombianos contra el pueblo. En el caso de Chile, nosotros los comunistas hemos sufrido una política de terrorismo de estado, que incluyó el secuestro y los detenidos desaparecidos, con la complicidad de la derecha chilena.”

Teillier recordó que nunca Chile ha vivido una democracia más plena y participativa, que durante el gobierno de la Unidad Popular, lo que hay día está muy lejos de ocurrir, con un sistema electoral que excluye a los sectores populares:

“Un cambio político de fondo en nuestro país, pasa por un cambio en el sistema binominal. Hay que obligar a la Concertación a una lucha contra la derecha, que termine con la exclusión y avance hacia una democracia plena. Tenemos que luchar por el máximo de democracia para llegar al socialismo.”



El acto de lanzamiento del libro de Luis Corvalán ya cumplía un ciclo. Para felicidad de su autor, había sido un acto atípico para una supuesta obra de memorias. Se había tratado, más bien, de un importante hito en la política contingentes de estos días.

Como le gusta a Lucho Corvalán, ni remotamente se trata de un político jubilado, a los 92 años, está vivito y coleando…

miércoles, 16 de julio de 2008

CORVALAN AGRADECE A MAX BERRU


LUIS CORVALAN AGRADECE PRESENCIA DE MAX BERRU
EN LANZAMIENTO DE SU LIBRO LOS COMUNISTAS Y LA DEMOCRACIA


De: luis corvalan lepez
Asunto: agradecimiento
Para: max berru carrion
Fecha: viernes, 11 julio, 2008 6:39

Estimado compañero Max:

Disculpe por no acercarme la noche del miércoles, el asunto de firmar libros me mantuvo ocupado hasta el final.

A través de este correo deseo expresarle mis agradecimiento a usted y los músicos que le acompañaron por estar presentes en el lanzamiento de mi libro con tan bellas canciones históricas y siempre vigentes en nuestro afán de realizar cambios en favor de los mas desposeidos.

Saludos a su compañera y familia.

Cordialmente

Luis Corvalán L.



De: max berru carrion
Enviado: sábado, 12 de julio de 2008
Para: luis corvalan lepez

Querido compañero Luis Corvalán:

Es para mi un honor este correo suyo que lo conservaré como un tesoro para mis nietos
cuando empiecen a conocer la historia de Chile y quienes fueron los que lucharon junto a los más desposeidos para lograr una vida más digna.

Yo tengo una hija que en unos días más cumplirá 14 años, élla no está ajena a las modas y a veces parece una hermosa japonesita, pero tiene las notas más altas de su curso y ha ganado concursos en pintura, cuento y poesía.

Hace pocos días me pidió mil pesos para comprar un afiche y colocarlo en su pieza, cuando llegó con el afiche enrrollado me imaginé que era algun cantante japonés y cuando lo estiró para mostrármelo, me llevé una sorpresa muy grande: era Salvador Allende con la Banda Presidencial y me dijo: Lo quiero em mi pieza por que es el único gran presidente de Chile.

Le saluda atentamente.

Max

domingo, 13 de julio de 2008

JORGE ARRATE: LOS COMUNISTAS Y LA DEMOCRACIA



JORGE ARRATE: LOS COMUNISTAS Y LA DEMOCRACIA

PRESENTACION DEL LIBRO LOS COMUNISTAS Y LA DEMOCRACIA DE LUIS CORVALÁN,
SANTIAGO, CUT, julio de 2008.

Luis Corvalán es un luchador social que ha protagonizado la gran historia del Chile popular. Autor de cerca de diez libros, nunca ha descuidado su tarea difusora y formativa, haciendo honor a su condición de periodista y profesor.

Agradezco haber sido invitado a presentar Los Comunistas y la Democracia, que lanza Editorial LOM, en el que Corvalán combina reflexiones sobre el pasado y el futuro en un texto cargado de memoria y experiencia y, como siempre, pleno de pasión por sus ideas. Surge de estas páginas la vibración de su inolvidable libro-entrevista Corvalán 27 horas, publicado por Quimantú durante el gobierno de la Unidad Popular, la de las memorias De lo Vivido y lo Peleado y de otros de sus significativos textos.

Esa misma vibración tenía su voz una tarde de fines de Enero de 1970 cuando inició un inolvidable discurso ante una concentración de militantes de izquierda, en la Avenida Bulnes. No era, me parece, una gran manifestación, en ningún caso una de las más grandes de aquella época. La candidatura de izquierda estaba francamente atrasada, restaban apenas ocho meses para las elecciones presidenciales. Entonces Corvalán dijo las palabras inolvidables: “Salió humo blanco. Ya hay candidato único. Es Salvador Allende”.

Parte importante del libro Los Comunistas y la Democracia recorre a grandes pinceladas el sendero que condujo a aquel momento y a sus históricos tres años siguientes y subraya, con orgullo legítimo, el aporte realizado por los comunistas. Surgen allí la lucha de Recabarren por constituir una fuerza política organizada que representara los intereses populares, la germinación de la idea del Frente Popular, el a veces difícil camino hacia la construcción del Frente del Pueblo, del Frente de Acción Popular (FRAP) y de la Unidad Popular en 1969, los años del gobierno de Allende y los de la lucha contra la dictadura.

Socialistas y comunistas protagonizaron todo ese proceso, siempre en una tensión teórica y política que encontró por decenios caminos de superación fructífera. No es extraño, pues, que un socialista como yo no necesariamente comparta cada uno de los matices de las apreciaciones de Corvalán, o de sus reflexiones de la segunda parte del libro sobre los años de la post dictadura. Tampoco es extraño que comparta su perspectiva, su horizonte y particularmente aquello que el libro nos propone: la reivindicación que hace Corvalán del aporte democrático de los comunistas y la convocatoria a una lucha unitaria por construir otro Chile.

La prensa del poder económico ha dado un nuevo envión en estos días al espíritu anticomunista. A la irracionalidad y a la vocación excluyente, se agrega un burdo argumento cuyo único objeto es encubrir la responsabilidad política y moral de la derecha que, desconociendo la promesa de su principal precandidato presidencial, Sebastián Piñera, ha ratificado su negativa a modificar el sistema electoral.

Tras dieciocho años, la derecha una vez más reniega de sus compromisos. Así ocurrió después de 1989 cuando se comprometió a suprimir los senadores designados, así ocurrió con el voto de los chilenos en el exterior, así ha sido con el sistema electoral.

Amigas y amigos:

Hay muchas explicaciones posibles para lo ocurrido en la post dictadura, período que el libro de Corvalán desmenuza con acopio de antecedentes y datos para demostrar las falencias de los gobiernos concertacionistas. Sobre ellas quisiera formular algunas reflexiones parciales.

Examinemos algunos elementos de contexto. El cuadro mundial de la post dictadura es sin duda distinto al de los años setenta y resta grados de libertad a los gobiernos de los estados pequeños. Por otra parte, la transición chilena ha sido quizá la más compleja de su género, con Fuerzas Armadas que no fueron derrotadas militarmente ---como ocurrió en Argentina o en Portugal o en Grecia---, con una dictadura unipersonal tipo Franco u Oliveira, con un movimiento popular diezmado por las desapariciones y los asesinatos, con un dictador vivo ---a diferencia de España o Portugal---. Además, el fenómeno de invasión de la democracia por el mercado es mundial y Chile no es una excepción.

En fin, cada una de estas explicaciones contiene elementos a considerar. Pero el hecho es que en América Latina varios países hermanos han buscado, en condiciones parecidas a las de Chile y en idéntico cuadro mundial, caminos alternativos a la sustentación del modelo neoliberal y procuran ensanchar la democracia y disminuir las desigualdades, algunos más velozmente que otros, algunos más consolidados que otros.

El caso de Chile ha sido diverso. ¿Por qué? Quisiera esbozar una visión desde un punto de vista que sé que comparten muchos que han sido adherentes a los partidos de la Concertación. El balance de dieciocho años es bastante claro: el país es mejor que el que legó la dictadura, la Concertación ha sido mejor que eventuales gobiernos de derecha, los gobiernos de la Concertación han estado lejos de las metas que se impusieron a sí mismos y que comprometieron con la ciudadanía. El resultado es una semidemocracia o democracia incompleta (como nos califica la revista liberal The Economist) y una sociedad alarmante y crecientemente desigual. Las últimas cifras internacionales ubican a Chile entre los doce países más desiguales del mundo.

Los dos primeros puntos son casi obvios, se trata de exigencias mínimas: ser mejor que la dictadura, ser mejor que la derecha… La cuestión debe centrarse en el tercero. ¿Es esa brecha entre las aspiraciones del NO de 1988 más el Programa del 89 y el resultado actual, explicable por la globalización, las dificultades de la transición y el debilitamiento planetario de la democracia? ¿Hubo falta de voluntad para hacer más cambios? ¿Hubo carencia de dirección política sólida al punto que parece que los gobiernos que empiezan bien terminan siempre pactando al gusto de la derecha?

Un primer aspecto a destacar es que el arco que dio nacimiento a la Concertación correspondió a un determinado momento político en que se sumaron tanto los recelos de la Democracia Cristiana hacia el Partido Comunista, como las distancias que los propios comunistas mantenían con la riesgosa política de aceptar el plebiscito de 1988 como momento democrático legitimador. Pero hay que ser claros: la Concertación nunca fue concebida como un pacto para excluir a ningún partido democrático. Si bien muchos socialistas la entendieron como una alianza incompleta, que debía cuando fuera posible extenderse al Partido Comunista y otros sectores, la Concertación tendió a cerrar sus deslindes y luego a internalizar su existencia, sus partidos a oligarquizarse y fraccionarse en grupos consolidados. Poco a poco, la exclusión comenzó a naturalizarse, junto con el sistema binominal, con la configuración de distritos y circunscripciones, con los consensos con la derecha, que de necesidad devinieron con el correr del tiempo en virtud. Hasta hoy.

A mediados de los 90 se hicieron públicas las primeras expresiones de insatisfacción dentro de la Concertación. En 1997 las elecciones mostraron un cuadro negativo: el número de votos nulos o blancos creció enormemente. La no participación de los jóvenes en los ejercicios electorales se iba también consolidando como comportamiento colectivo. En 1999 el gobierno fue más allá de sus deberes legales en el caso Pinochet y desplegó una ofensiva política para lograr su retorno de Londres. Muchos concertacionistas, ya participantes de la polémica pública entre los satisfechos y los inconformistas, observaron este momento como de particular importancia: se desvanecía una de las señas de nacimiento de la Concertación (el repudio a Pinochet y su sometimiento a la justicia); se hacían confusas, cada vez más, las diferencias con la derecha. La Constitución negociada y promulgada en 2005 por el Presidente Lagos y el Ministro Insulza, fue una manifestación mayor de la primacía de los consensos con la derecha por sobre los programas de la Concertación. Fue presentada como una “nueva Constitución”, si bien nunca ha sido sometida al veredicto ciudadano, salvo cuando el propio Pinochet lo hiciera en el plebiscito “brujo” de 1980. Sorprendentemente la “nueva Constitución” no resolvió la cuestión del sistema binominal, si bien la trasladó a la ley electoral aunque guardándose de conservar el alto quórum que hace muy difícil su modificación. Y, además, suprimió los senadores designados, ¡por fin!, ¡finalmente!, cuando ya no le servían a la derecha porque correspondía designar nuevos y debía hacerlo la Concertación…

Cuando Sergio Aguiló hizo público en 2001 su manifiesto “Chile entre dos derechas”, muchos no se identificaron con el título pero sí con sus contenidos. Más tarde vendrían los documentos colectivos “Enfrentar las desigualdades” y “La Disyuntiva”, proponiendo giros posibles pero decisivos en la política económica y social de la Concertación.



Compañeras y compañeros:

Hago estas reflexiones sobre el pasado reciente a propósito de las palabras de Corvalán en su libro: “Es el momento que los Partidos de la Concertación asuman posiciones concretas a favor de la democracia y no sigan favoreciendo a la llamada Alianza por Chile, el contubernio derechista que busca adueñarse por completo del poder”.
No sé si la Concertación como tal o sus Partidos como tales escuchen esta aspiración. Lo que sí estoy seguro es que muchos de sus miembros la comparten. No quieren más de lo mismo, en que lo mismo quiere decir exclusión, cobre extranjerizado, Constitución, brecha educacional, endeudamiento e intereses usurarios, derechos laborales frágiles, concentración económica, control unilateral de la prensa, desigualdades.

“Hay que defender lo que hemos hecho”, dicen por ahí voces ampulosas. Sí, pero también hay que ser capaces de reconocer lo que no hicimos. ¡Tanto nos han dicho que hay que mirar al futuro! Sí, bien firme sobre mi pasado, eso es lo que hago. Estoy mirando al futuro. Y veo las injusticias que no hemos corregido.

Hace poco más de un año, parlamentarios, dirigentes sociales y políticos suscribimos un breve llamado a “Unir Fuerzas” tras nuevos objetivos transformadores. Algunos perseveramos en el esfuerzo y seguimos perseverando. Nuestras propuestas más concretas, sin embargo, no tuvieron plena acogida en las instancias legales de los Partidos. El discurso del Presidente de la CUT el primero de mayo, planteando unir fuerzas, no tuvo tampoco el eco que merecía.

Digámoslo: hay conformismo y hay desesperanza.

Como señala Luis Corvalán acertadamente, lograr grandes objetivos no se consigue de un día para otro y hay que sacar lecciones de la historia.

La Concertación tiene un motor que funciona apenas pero sus directivos piensan que es eterna, que se fundó para nunca cambiar, renacer, reencarnarse o simplemente morirse. Sinceramente, no creo que a estas alturas existan fuerzas en su interior que le permitan reaccionar y modificar su línea para generar, en un diálogo social y político abierto, un nuevo vector que agrupe a movimientos, partidos y personas aunadas por la aspiración de cambiar Chile de veras.

Sin embargo, ¡cuánta y cuan importante es la fuerza del pueblo que votó por el NO! Cuando lo hizo, y cada vez que ha vuelto a hacerlo, ha votado por ampliar nuestra democracia mutilada, por aplicar el crecimiento económico a la construcción de una sociedad más igualitaria. Al pueblo del No le hace sentido ---no me cabe duda--- el planteamiento de Corvalán, la idea de unir fuerzas, la misma que hiciera Tellier en un multitudinario acto de homenaje a Allende hace unos días, que ni fue registrado por la prensa escrita.

Más del 40% de los ciudadanos potenciales no participan en las decisiones nacionales porque son indiferentes o rechazan la política mercantilizada, o viven fuera de Chile o no quieren inscribirse en los registros electorales. Hay que proponerles una nueva esperanza. Si logramos que una parte de ellos la crea y deposite en ella su fe, el pueblo de izquierda excluído, los jóvenes con su rebeldía transformadora y el pueblo del NO, constituirían una fuerza invencible por la derecha.

Esa esperanza requiere un conjunto de acuerdos básicos, de largo y corto plazo, es decir un proyecto, de contenido exigente, pero creíble y realizable, que genere y que encauce las energías populares que están en curso, con el que se identifiquen los movimientos sociales activos; que reactive otros, que entregue un sólido cimiento a las luchas sociales y que reconozca la legitimidad de diferencias, matices, perspectivas críticas y valore diversas formas de participación en la lucha social.

Efectivamente, compañero Luis, hay que afirmarse en nuestra historia. En la de nuestros partidos y movimientos, en la historia de Allende. No para imitarlo, no para pretender la mecánica reproducción de aquellas circunstancias, sino para pensar el siglo XXI con ese método y esos instrumentos. Muchos de los homenajes de estos días a Salvador Allende han hablado, con reiteración excesiva, de sus sueños. Todos soñamos, Allende también. Y el sueño ----despierto, no el sueño inconsistente y arbitrario, desordenado y a veces absurdo, que ocurre durante el dormir--- nos propone una tensión utópica indispensable. Pero no basta.

Allende y sus compañeros --- usted, Volodia, Almeyda, Altamirano, Rafael Agustín Gumucio, Mireya Baltra, Laura Allende, Chonchol y muchos otros ---instalaron una esperanza porque tenían un proyecto.

ALLENDE, cien años, mil sueños. Pero hay que agregar: un millón de luchas, un proyecto histórico.
Cien años, mil sueños, un millón de luchas, un proyecto que sea una esperanza.

JORGE ARRATE

jueves, 10 de julio de 2008

CORVALAN ALERTA LOS PELIGROS DE UN GOBIERNO DERECHISTA EN CHILE


CORVALAN ALERTA LOS PELIGROS DE UN GOBIERNO DERECHISTA EN CHILE

Hay que producir cambios ahora, o se sufrirá una derrota que se pagará caro, porque un gobierno de Sebastián Piñera significará la privatización del cobre, el término de los procesos a los violadores de los derechos humanos, la defensa de la herencia de Pinochet y dejar fuera de la ley al partido Comunista.

El ex senador Luis Corvalán durante el lanzamiento de su libro, “LOS COMUNISTAS Y LA DEMOCRACIA”, pidió a Guillermo Tellier, presidente del Partido Comunista, jugarse a fondo para evitar que la derecha tome el poder político en Chile y trabajar para que los culpables de crímenes de la dictadura sean castigados por la justicia, sobre todo a la luz del descubrimiento en Paine de fosas donde estaban ocultos restos de 300 detenidos desaparecidos ejecutados durante la tiranía pinochetista.

Esta nueva obra de Corvalán fue lanzada en la Central Unitaria de Trabajadores, por el ex ministro Jorge Arrate, por Paulo Slachevsky, cofundador de LOM ediciones y por el timonel del PC, en un acto con contó con el canto del artista Max Berrú y su conjunto, y con la presencia de destacadas personalidades, entre ellas Isabel Margarita viuda de Letelier, el ex ministro Aníbal Palma, los ex diputados Jorge Insunza y Carmen Lazo, la ex ministro de cultura de la RDA, Margot Honecker, el premio nacional de literatura, José Miguel Varas, el ex director de la Corporación de Mejoramiento Urbano, Miguel Lawner, Fernando García Bielsa, consejero de asuntos políticos de la Embajada de Cuba, Silvia Aguilera de Lom Ediciones, y un numeroso grupo de amigos y compañeros del nonagenario dirigente comunista, que llenaron la sede de la CUT.



Este evento no fue cubierto por los medios informativos del país, a excepción de Radio Nuevo Mundo y de la honrosa presencia de periodistas que concurrieron a título personal, en lo que se evidencia el propósito de silenciar el pensamiento de una distinguida figura de la política chilena, reconocida mundialmente.

Guillermo Tellier señaló que Chile no puede seguir como está y que hay que cambiar la constitución política del país y la institucionalidad heredada de la dictadura.
Añadió que el PC se reunió con José Miguel Insulza, Secretario General de la OEA, donde se le hicieron presentes los puntos de vista del PC ante la actualidad política.

Indicó que sin esos cambios fundamentales no habrá verdadera salud para todos, ni una mejor educación, ni leyes laborales justas, ni se terminará el sistema electoral binominal, que mantiene en el parlamento el empate permanente y los quórum calificados que evitan los cambios que la nación necesita.

Remarcó que los acuerdos del gobierno con la derecha dejaron en nada la discusión que realizó la comisión presidencial que estudió las reformas que la educación precisa. Por eso se necesitarían 100 años para hacer el cambio efectivo que todos reclaman.



Dijo que si el movimiento social no los obliga, no se harán los cambios que la sociedad exige con urgencia, por eso hay que juntar fuerzas para echar abajo la institucionalidad vigente.

Indicó que Juntos Podemos Más y la Concertación pueden dar pasos para echar a muchos alcaldes de la derecha y el PC ganar algunas alcaldías.

Sin embargo advirtió que no hay voluntad política para esos cambios, por eso hay que obligar a que se realicen cambios o se va a producir una derrota que habrá que pagar caro, ya que un gobierno de derecha y una victoria de Sebastián Piñera significará la privatización del cobre, el término de los procesos a los militares violadores de los derechos humanos y mantener la herencia de Pinochet y hasta dejar fuera de la ley al partido Comunista.

Tellier insistió en que hay que dar la batalla para imponer las reformas que permitan romper los candados del sistema electoral binominal, que hace profundo daño al país.

Concluyó que esas reflexiones están en el libro de Luis Corvalán, que es profundamente democrático y que entrega señales de cómo hay que trabajar en el futuro para alcanzar una sociedad más justa.

sábado, 5 de julio de 2008

LUIS CORVALAN Y LA DEMOCRACIA

LUIS CORVALAN Y LA DEMOCRACIA



CORVALÁN, UN AUTÉNTICO DEMÓCRATA

A sus casi 92 años, el ex senador Luis Corvalán, da una nueva demostración de su capacidad como escritor e historiador, al presentarnos este miércoles 9 de julio a las 19 hrs. en Alameda 1346, Salón de Honor "Manuel Bustos" de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, su último libro, publicado por LOM Ediciones :

"Los Comunistas y La Democracia"

Hace más de un año que, como dicen sus regalonas nietas, el Tata Lucho viene trabajando en su computadora en este libro, que ha escrito y reescrito, leído y releído, en su sencilla cabaña de troncos de eucaliptus.

Y la gracia es que en esta tarea, don Luis tiene muy pocos ayudantes o ayudantas, el mismo escribe y luego le pide a su secretaria Lily que haga uno u otro arreglo.
También explota en la tarea correctora a la fotógrafa y chofera Hilda López.
Otras veces a su estudiosa nieta Julieta.
Y siempre junto a su Lides Gladys, su mujer de toda la vida, firme en su puesto.



Don Luis madruga casi todos los días. Despierta muy temprano y como fiel auditor pone la Radio Nuevo Mundo y se entera de lo que pasa en el país. También lee el diario, piensa, reflexiona. Toma su bastón y se va a dar una vuelta por su barrio y mira el resto de los titulares de la prensa, en el kiosco más cercano de su casa.

Su hogar siempre está abierto para sus compañeros, amigos, jóvenes y periodistas que deseen saber algo de la historia de este país.



Recibe correos electrónicos de todas partes del mundo, que lo mantienen informado de las copuchas, las noticias, las muertes, embarazos y nacimientos de seres queridos.

Cuando sale a la calle y un micrero o un automovilista que lo reconoce, le tocan la bocina y le hacen gestos amistosos con la mano o a veces con el típico "Y VA A CAER" . Entonces él levanta su mano izquierda y agradece esa demostración de simpatía y afecto.

Nunca se pierde las reuniones de la dirección de su partido. Hasta hace poco tomaba un bus y se iba solito a la sede de Vicuña Mackenna, y si nadie lo traía de regreso a su hogar, sencillo, volvía en micro. Y cuando alguien lo reconocía, lo saluda modesto, le da la mano y conversa unas palabras.

Tampoco falla a las invitaciones que le hacen las células del partido de Santiago o los amigos socialistas. Eso sí que pide que lo vayan a buscar y a dejar. Ya no viaja a regiones ni al extranjero, porque se agota mucho.

Este libro pidió que lo presentará el presidente del PC, Guillermo Tellier y el ex ministro y ex presidente del PS, Jorge Arrate.
Participa en este lanzamiento su amigo Max Berrú y su grupo musical. Y hasta habrá para los que asistan un vino de honor ofrecido por LOM, no el tradicional pipeño del Itata de su infancia, que don Luis toma diariamente y que lo mantiene longevo, lúcido y opinante.



Corvalán es un ejemplo de político de nuevo tipo, tiene una modestia propia del tomecino criado "a lo huaso" por su madre doña Adela. Nunca se lo ha visto con cara de estrella, ni se cree el cuento de personaje, aunque sí lo es, e incluso hasta sus nietas menores, Catalina, Irina y Julieta, les costó entender que su abuelo era un gran personaje de la historia de Chile.

Cata, la menor, de solo 4 años, toma onces todos los días con sus abuelos y se deja regalonar con ricos tecitos y sanguruchitos que le hace su abuelita.
Y a veces se va con el tata, que amorosamente la lleva a su Jardín infantil.

Irina, que nunca se había metido en nada, hace poco le dio una gran alegría a don Lucho, participando en la marcha contra la Ley General de Enseñanza y volviendo a casa mojada por el guanaco y rociada con gases lacrimógenos, tal como a veces le pasaba a sus hijos Alberto (Coné), Pili (la matea) o Viviana (la artista).

María Victoria, su hija menor lo acompaña permanentemente y está a su lado siempre lista para atenderlo a él y a doña Lily, que se apresta a sus 82.

Así don Lucho ha estado meditando sobre la Democracia-Democracia, y tiene algunas cosas que decir, en este país de democracias a medias y donde muchos usan una retórica democratoide, pero que han hecho poco para abrir las grandes alamedas a los hombres libres de Chile y que mantienen amarrada y binominalizada a esta señora.

Como político del pueblo, auténticamente vinculado a los trabajadores, irá a la casa de la CUT, que lo recibe nuevamente, para escuchar su palabra de compañero.



Estar en la CUT es una demostración de que Corvalán es un verdadero demócrata, ya que son pocos los políticos de este país, que podrían llegar a esa sede, o que tendrían moral democrática para ser bien recibidos en la casa de los trabajadores.

Allende fue uno de esos hombres, y qué lejanos de él están en los hechos, muchos de los actuales políticos del país. Sobran dedos de la mano del pueblo -ahora llamado gente-, para mencionaa a los verdaderos demócratas.



Por eso, don Luis se ha ganado el respeto de todos los sectores, por toda una vida de consecuencia. El es un chileno, que puede caminar libremente por la calle, sin temores y hablar con cualquiera de democracia, de esa que sueñan los trabajadores.

El Tata se da tiempo para todo, para comer lentejas con su nieta periodista Andrea, o para celebrar a su nieta abogada Ximena, para chochear con su bisnieto Emiliano, que le dio su nieta Adelita y ahora se prepara a recibir el que viene en camino y que le encargaron su nieto músico Diego y Mariel, su esposa mexicana.

Cuento aparte es la historia con sus criticantes yernos Rodrigos, 2 que se las traen y que le exigen más democracia todavía, para contarlo TODO.

El Corazón de Corvalán sigue latiendo, como dice su única nuera, Ruth Vuskovic y ahora para hablar de DEMOCRACIA. Pero la tarea del Tata Lucho no termina aquí y ya junta materiales en su PC para su próximo libro.

Para contar sabrosos chascarros en la política. Y ojalá los contara todos, para abrir las mentes de la acartonada y auto denominada clase política de este país y para terminar con las exclusiones que prueban que Chile sigue siendo un país dominado por la democracia protegida, impuesta desde 1973 por quienes todos saben y mantenida tal cual hasta ahora, por los otros que todos conocen.

viernes, 4 de julio de 2008

LUIS CORVALAN: LOS COMUNISTAS Y LA DEMOCRACIA

LUIS CORVALÁN LANZA SU NUEVO LIBRO
LOS COMUNISTAS Y LA DEMOCRACIA




9 DE JULIO A LAS 19 HORAS EN LA CUT

El ex senador y ex Secretario General del PCCH, Luis Corvalán, junto al ex ministro socialista Jorge Arrate y al presidente del Partido Comunista, Guillermo Tellier, y con la presencia del músico Max Berrú (Inti Illimani), encabeza el acto de lanzamiento de su nuevo libro:

LOS COMUNISTAS Y LA DEMOCRACIA

El acto se realizará en Alameda 1346 en el Salón Manuel Bustos de la Central Unitaria de Trabajadores.

viernes, 27 de junio de 2008

La verdadera historia del rescate del último discurso de Salvador Allende



Por José Miguel Varas

Vuelvo a leer con emoción la crónica de Guillermo Ravest Santis, con su estilo terso y vibrante, modelo de gran estilo de periodismo, sobre el último discurso del Presidente Salvador Allende, transmitido por Radio Magallanes el 11 de septiembre de 1973, minutos antes del comienzo del bombardeo a la Moneda. Ravest, director de la emisora, fue quien se dedicó junto con el radio controlador Amado Felipe a hacer numerosas copias del histórico discurso en pequeñas cintas magnéticas y fue él también quien las sacó del local de la radio –con evidente riesgo para su vida, del que en ese momento no tuvo conciencia- y las hizo llegar a la dirección clandestina del Partido Comunista para su distribución entre los corresponsales extranjeros.



La crónica fue solicitada a Guillermo Ravest por Faride Zerán, directora de la revista Rocinante, en la que yo me desempeñaba como editor. Apareció en la edición Nº 58, de agosto de 2003, junto con un notable testimonio del periodista Leonardo Cáceres, responsable de los servicios noticiosos de Radio Magallanes. Ambos materiales constituyen un documento periodístico e histórico sobre un momento trascendental de la vida de Chile. Y por eso, me parece muy conveniente que se reproduzcan ahora en las páginas de CIPER. Conveniente y necesario, porque en torno a estos hechos y sus protagonistas se tejieron versiones erróneas.

Medio siglo de periodismo
Nacido en Llay Llay, importante nudo ferroviario de la V Región, el 3 de julio de 1927, Guillermo Ravest Santis proviene de una familia estrechamente vinculada a los ferrocarriles: su abuelo, su padre, sus tíos y otros parientes fueron todos ferroviarios. También él pudo haber seguido el recto camino de los rieles pero se enamoró tempranamente del periodismo. Con este oficio ha mantenido un romance de medio siglo, que dura todavía.

En 1950 trabajó en la agencia COPER (Cooperativa de Periodistas), creada por el veterano Albino Pezoa para dar trabajo a profesionales de la prensa “cesanteados” por motivos políticos por el régimen de Gabriel González Videla. Después, entre 1952 y 1972 trabajó en los diarios El Siglo, El Espectador, Ultima Hora y La Nación, en el Departamento de Prensa de Radio Balmaceda, en la revista Qué Pasa de Buenos Aires, en el diario Puro Chile, en Televisión Nacional y, por último, en Radio Magallanes. Junto con su esposa Ligeia Balladares, también periodista, debió partir al exilio después del golpe militar.

Ambos llegaron a Moscú en 1974 y organizaron el equipo de periodistas chilenos que produjo, bajo dirección de Ravest, los diarios programas “Radio Magallanes”, que se emitían por las ondas de la emisora estatal soviética, al mismo tiempo que los de “Escucha Chile”.

Viajaron en 1980 a México y regresaron a Chile en 1983, en cuanto sus nombres dejaron de aparecer en las listas de proscritos. Trabajaron en el diario ”Fortín Mapocho”, fuerte opositor a la dictadura. Entre 1983 y 1989, Guillermo trabajó en las ediciones clandestinas de “El Siglo”.

La pareja Ravest-Balladares reside desde hace más de 20 años en San Miguel Tlaixpán, pequeña localidad cercana a la Capital Federal de México. Ambos han seguido cultivando al periodismo y también la literatura en calidad de cuentistas y narradores casi clandestinos. Guillermo Ravest es autor de un libro de memorias titulado “Pretérito Imperfecto”, que ofrece, sin duda, enorme interés porque ha sido testigo privilegiado de un período histórico turbulento, cuyas consecuencias siguen proyectándose en el presente y en el futuro. Se espera que sea publicado pronto en Chile.



Testimonio:
“Necesito que me saquen al aire inmediatamente, compañero”

Por Por Guillermo Ravest Santis, ex director de Radio Magallanes

El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 me encontró en Radio Magallanes, de la cual era director, y cuyos estudios entonces ubicados en el sexto piso de Estado 235, tenían acceso por la entrada del Pasaje Imperio. A eso de las seis de la mañana, me despertó un telefonazo de Lucho Oliva, ingeniero a cargo de los equipos de nuestra radioemisora. “Chino –me dijo- ahora sí que empezó el golpe. Para que lleguemos juntos al centro te paso a buscar en mi auto, altiro”.



Aquel “altiro” demoró mucho más de una hora, razón por la cual, luego de traspasar varias barreras de militares, llegamos a Estado con la Plaza de Armas alrededor de las siete y media. Allí me despedí de mi mujer y mi hijo, quienes se dirigieron a la Comisión de Propaganda del Partido Comunista en Teatinos 416 y al Conservatorio Nacional de Música, sus lugares de trabajo y estudio, respectivamente.

Radio Magallanes ya vivía una nerviosa actividad. El periodista Ramiro Sepúlveda me informó de las novedades y de la ubicación de los reporteros en sus respectivos frentes de trabajo. Anotamos una sola baja: el redactor de los noticieros de la mañana, seguramente presa del pánico, abandonó la radio. Nunca más supe de él, en los 30 años transcurridos. En cambio, periodistas de los turnos vespertinos decidieron reforzar el equipo matinal porque pensaron, atinadamente, que allí eran más necesarios. Otros, como Hernán Barahona, reportero político en el Congreso, cumplido con su comentario de aquella mañana -como él mismo lo ha recordado-, se retiró de la radio. Desde que yo llegué a la Radio Magallanes alrededor de las 8:00 y hasta que se levantó el toque de queda, no lo vi más.

A ratos nos atropellábamos, pues en algunos momentos tuvimos hasta tres radiocontroles metidos en el estudio. En esos instantes nos acoplamos a la Radio Corporación para difundir las primeras alocuciones que hizo el Presidente Allende. Esta era una forma de coordinación que usábamos en tiempos de la Unidad Popular, bajo el nombre de La Voz de la Patria, para tratar de contrarrestar, en mínima medida, el potencial con que entonces contaba –en número y en kilowatios- el sistema radial de la derecha golpista. En tres oportunidades difundimos esa mañana, como La Voz de la Patria, las palabras de Allende alertando al pueblo sobre la sedición ya en marcha.

La madrugada anterior, fuerzas del Ejército habían dado inicio a la “Operación Silencio”. Allanaron e inutilizaron las plantas transmisoras de las radios de las universidades de Chile y Técnica del Estado y la Luis Emilio Recabarren, de la CUT. Entretanto, encabezadas por la emisora de la SNA, la red nacional de las Fuerzas Armadas de Chile atronaba con sus bandos y oficializaba radialmente el golpe militar. Por sus sostenida connivencia con la sedición sólo el Canal 13 dominaba las pantallas. En ese clima nos dimos cuenta que habíamos quedado solos en el aire. Recién habían sido acalladas la Radio Corporación, dirigida entonces por el Partido Socialista; la Portales, que venía navegando entonces la tortuosa ambigüedad de Raúl Tarud y la Sargento Candelaria, partidaria de la Unidad Popular.



Poco antes, en una breve reunión habíamos resuelto con Leonardo Cáceres, nuestro jefe de prensa, y Amado Felipe, jefe de radiooperadores, dar cumplimiento a decisiones operativas previamente acordadas para circunstancias como las que estábamos viviendo. Estábamos conscientes de que, ubicados a apenas cinco cuadras de La Moneda, podíamos ser allanados. Con todas sus consecuencias. Desde hacía casi dos horas un bando de la Junta Militar amenazaba a las emisoras que no se plegaran a la red golpista, de un ataque por “fuerzas de aire y tierra”.

Me correspondió proponer a los integrantes del pequeño equipo que debería apostarse en la planta transmisora de la Magallanes, ubicada en Renca, para tratar de seguir emitiendo en cualquier emergencia. Todos aceptaron inmediatamente. Ellos fueron: los periodistas Ramiro Sepúlveda, Jesús Díaz, Carmen Flores –reportera recién egresada de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile- y el locutor Agustín Cucho Fernández.

Ya estaba en su apogeo aquel desigual combate que la propaganda pinochetista, por tres décadas, ha querido presentar como la “batalla de La Moneda”. Esa de la media docena de regimientos apoyados por un comando operativo de tres de los jefes golpistas –el Mendocita recién empezaba merecer su apelativo como arrenquín-, más el Estado Mayor de las FF.AA., tanques, cañones y helicópteros, contra un puñado de una cincuentena de patriotas. El testimonio documental de ese asalto fue investigado para la historia y la dignidad nacional por la doctora Paz Rojas, Iris Largo y otros igualmente dignos, en el libro Páginas en Blanco.

Había ido a buscar un cigarrillo a mi oficina cuando, inesperadamente, sonó la Plancha. Éste era el nombre que dábamos al teléfono a magneto, accionado a manivela, que nos comunicaba directamente con el despacho presidencial de La Moneda. Los golpistas ya habían amenazado bombardear el histórico palacio de gobierno. Contesté el llamado telefónico. Era la inconfundible voz del Presidente Allende.



- ¿Quién habla?
- Ravest, compañero…
- Necesito que me saquen al aire, inmediatamente, compañero…
- Deme un minuto, para ordenar la grabación…
- No, compañero. Preciso que me saquen al aire inmediatamente, no hay tiempo que perder…

Sin sacarme la bocina de la oreja, grité a Amado Felipe –quien se encontraba al frente de las perillas del control en el estudio- que instalara una cinta para grabarle y a Leonardo Cáceres, que corriera al micrófono a fin de anunciar al Presidente. Allende debe haber escuchado esos gritos. Le pedí: “Cuente tres, por favor, compañero, y parta…”.

Pese al nerviosismo de esos instantes, Amado Felipe –un gordo hiperkinético siempre jovial, hijo de refugiados españoles- tuvo la sangre fría o la clarividencia histórica de empezar a difundir al aire los primeros acordes de la Canción Nacional, a los que se mezcló la voz de Leonardo Cáceres, anunciando las que serían las últimas palabras del Presidente constitucional.

La tensión del momento explica por qué en esa grabación no sólo aparece la voz de Allende. A Felipe se le quedó abierto el micrófono de ambiente, hecho que aclara por qué en su original ella registrara mi voz pidiendo a gritos a alguien: “¡Cierren esa puerta, huevones!”. Los asaltantes de La Moneda, por su parte, le pusieron o añadieron su música de fondo: balazos, disparos de artillería y hasta ruidos de aviones. No eran momentos protocolares. Tras su última frase y, sin colgar, Allende me añadió un escueto: “No hay más, compañero, eso es todo”. Y como siempre ocurre en ciertas circunstancias solemnes o dramáticas, no faltó el añadido de una nota ridícula. Soy su autor. A modo de despedida le dije: “Cuídese, compañero”.

Tras haber presentado a Allende ante el micrófono. Leonardo se acercó a mi lado, junto a la Plancha. Ambos habíamos escuchado aquellas últimas palabras. Le comenté escuetamente: “Este es su testamento político. Flaco, estamos sonados…”. Con un locutor y otro periodista proseguimos la transmisión de la Magallanes. Estuvimos de acuerdo en difundir por segunda vez el discurso de Allende. Alrededor de las 10.20 de esa mañana, imprevistamente, nos sacaron del aire. Tratamos de establecer comunicación telefónica con la planta. Nadie respondió. Dedujimos que ya estaba en poder de los golpistas y nuestros compañeros muertos o detenidos.

En una breve reunión decidimos que lo único cuerdo en ese momento era desalojar los estudios. Amado Felipe, quien era el secretario político de nuestra célula del PC, y yo, decidimos quedarnos para revisar si en los estudios había papeles con nombres o menciones partidarias. Todo indicaba que un estilo de fascismo mapochino actuaba ahora desembozadamente.

Tras una despedida que no dejó de ser emocional, porque no era seguro que volviéramos a vernos vivos, varios compañeros reiteraron su fervor irrenunciable hacia la causa que encabezara el Presidente Allende. Cada uno partió a su hogar, porque ya se había hecho público que a las 14 horas comenzaba el toque de queda. Los dos compañeros de “seguridad” que nos había asignado el Comité Regional Capital del PC, prefirieron quedarse con nosotros.

Los dos días siguientes fueron agobiadoramente largos y tensos. Nos dividimos la tarea de la vigilancia de la radio, ahora convertida en ratonera, pues contaba con un solo acceso por la escalera y los ascensores. Nos esforzábamos por no ser sorprendidos si ocurría el allanamiento. Dormíamos por turnos. Volvimos a hacer una acuciosa revisión de todos los estudios. Lo más provechoso que hicimos con Amado Felipe fue dedicar muchas horas a reproducir las últimas palabras de Allende en unos pequeños carretes de cinta magnética. Así llegó el mediodía del jueves 13. Levantado el toque de queda, cerramos los estudios con llave. Nos despedimos antes de abandonar el pasaje Imperio. A Amado Felipe nunca más lo volví a ver.



Tres meses más tarde yo me asilaba en dependencias de la embajada de la entonces República Federal de Alemania, en un piso alto frente al Municipal, mediante los oficios solidarios del Agregado de Prensa Raban von Metzinger. Tuve que hacerlo porque a los generales de la Junta no les agradó que Allende los hubiese tratado en su discurso como lo que eran: traidores. Se ordenó mi detención; la evadí al costo de permanecer con mi mujer y mi hija chica, tres meses en una oficina de esa embajada y diez años en el exilio.

Aquel jueves me encontré con Ligeia, mi mujer, en Huérfanos frente al cine Central. Toda la gran manzana estaba atestada de militares armados. A ella le habían asegurado que ya era viuda, pues “a todos los de la Magallanes los mataron”. Pero algún militar que se distrajo de las interferencias telefónicas a la radio posibilitó que nos pudiéramos contactar por esa vía el día anterior. Y aunque no sabía qué podría ocurrir después, me avisó que pasaría a buscarme apenas levantaran el toque de queda. Junto con abrazarnos, emocionados hasta la pepa del alma, ella me preguntó: “¿Traes algo comprometedor?”. Cándida y honestamente respondí que no. Al menos así lo consideraba. Pero en el abrazo me delataron las cintas grabadas. Me miró como sólo ella sabe hacerlo.
-Bah, de veras –respondí- son copias del discurso de Allende.

También me sacó, entre nuevos abrazos, mi carnet del PC. Los metió sigilosamente en su bolsa del infaltable tejido. Y como dos viejos amorosos caminamos despacio hacia la casa de nuestra hija en el centro. Allí permanecimos un día. Y partimos hacia nuestra casa en Macul.

Así creí que terminaba esta historia. Pero siguió. Por medio de un “correo” envié diez de esas cintas grabadas a don Américo Zorrilla, quien participaba entonces en la dirección clandestina del PC, pues ya había recibido el encargo de repartir el resto entre el enjambre de corresponsales extranjeros que entonces pululaba en Santiago.

Nunca volví a ver a Amado Felipe, nuestro jefe de radiooperadores: incluido “democráticamente” en lista negra por los empresarios radiales y absolutamente cesante, se suicidó tiempo más tarde.

Testimonio
“El control bajó el volumen de la música y yo anuncié al Presidente”


Por Leonardo Cáceres




El 11 de septiembre de 1973 era martes y estaba nublado. Me desperté muy temprano, cuando el teléfono me transmitió la nerviosa información de un amigo que trabajaba en Investigaciones: estaba confirmado que había un levantamiento militar en curso, y en Valparaíso, la escuadra que participaba en la Operación Unitas había vuelto al puerto. Yo nunca había estado en un golpe de Estado. No sabía ni remotamente qué hacer ni de qué preocuparme.

Miraba pensativo por una ventana de mi casa, en la calle Tomás Moro, cuando vi que se abrían las puertas de la cercana residencia presidencial y tres o cuatro autos Fiat, escoltados por varias “tanquetas” de carabineros, salían a toda velocidad y se dirigieron hacia la avenida Colón. Ya no me cupo duda, algo grave estaba pasando: en uno de esos autos iba el Presidente Allende.

En mi citroneta me fui al centro, donde trabajaba como jefe de prensa de Radio Magallanes. En camino por Apoquindo y Providencia fui escuchando radio. Pasaba de la Agricultura, que emitía la marcial voz de Gabito Hernández alternada con la lectura de los primeros bandos militares y discos de Los Cuatro Cuartos, Los Quincheros y similares; a la Corporación y la Portales. De pronto escuché la voz del Presidente. Fue su primer mensaje. Él se había comunicado con Radio Corporación, como supe después.

Las emisoras de izquierda (Portales, Corporación, Magallanes, Candelaria, Recabarren y alguna más) integraban una cadena voluntaria y militante, La Voz de la Patria, que se enganchaba cada vez que era necesario para respaldar al Gobierno Popular, como réplica a la poderosa cadena de la oposición que tenía como cabeza a la Agricultura.



Llegué a la radio, en calle Estado con Agustinas, poco después de las 8. Ya estaban todos. Guillermo Ravest, el director, Eulogio Suárez, el gerente; los periodistas, los locutores. Se vivía un clima de máxima tensión, con la adrenalina a tope. Se intercambiaban las noticias con los rumores en medio de una sensación de caos. Sonaban todos los teléfonos al mismo tiempo. El Presidente volvió a dirigir al país un breve mensaje.

Hicimos la “pauta” del día sobre la marcha, envié periodistas a las sedes de los partidos y de la Central Única de Trabajadores, a la Asistencia Pública y, en especial, despachamos un móvil con tres periodistas a la planta transmisora de la Radio. ¿Quién podría asegurarnos que los golpistas no intentaran silenciar las radios, y para ello ocuparan los estudios de la calle Estado? En ese caso, la radio podría seguir transmitiendo desde la misma planta.

Muy temprano, ese día, los militares habían silenciado la radio de la Universidad Técnica del Estado. Poco después la Corporación. Así, la Magallanes quedó sola en el aire.

Redactábamos noticias a toda velocidad y las pasábamos al estudio para que los locutores las leyeran entre un disco y otro del Quilapayún o el Inti Illimani. En cierto momento entré al estudio y me quedé ayudando a leer unos comunicados de los cordones industriales y de la CUT. De pronto Ravest aparece agitando los brazos y tocando el cristal que separaba al estudio de la sala de control. En esta última había un teléfono a magneto conectado en directo con la oficina del Presidente en La Moneda. Había teléfonos similares a éste en las radios Portales y Corporación. Ravest nos dijo por comunicación interna que Allende estaba en línea y que teníamos anunciarlo de inmediato, sin esperar el final del disco que tocábamos. De inmediato. El control bajó el volumen de la música y yo anuncié al Presidente.

Ninguno de nosotros sabía que ésta iba a ser la última vez que el Presidente Allende hablara al país. No lo sabíamos, pero yo creo que sí. Era clarísimo, estaba hablando con la vista fija en los chilenos del futuro, en los que iban a sobrevivir al golpe, en los que iban a oír su voz diez, veinte o treinta años después. Allende habló para la historia.



El trabajo seguía, nervioso, en los estudios. Escuchábamos la voz del Presidente y al mismo tiempo ordenábamos los textos que se iban a leer a continuación y discutíamos con los periodistas. El radioperador había dejado abiertos los micrófonos del estudio mientras se emitía la voz del Presidente y por eso, en las grabaciones de ese histórico discurso, se oyen de fondo voces y órdenes.

Terminó el discurso presidencial y siguió la transmisión especial… hasta que alguien nos avisó que la planta transmisora había sido asaltada por un comando militar, el personal que allí estaba había sido detenido, y nosotros ya no estábamos en el aire. Nadie se fue a su casa, todos nos quedamos en la radio esperando lo que iba a venir.

Un par de horas después vimos por las ventanas de la calle Estado, que daban al poniente, a los aviones Hawker Hunter que lanzaban cohetes sobre La Moneda. Segundos más tarde, las llamas de un gigantesco incendio. Se quemaba la historia, nuestra historia, se incendiaban los símbolos de estabilidad y confianza en nuestra patria, en la democracia, en el avance hacia un país mejor y más justo. La feroz hoguera duró 17 años.

FUENTE:
CIPER. CENTRO DE INVESTIGACION E INFORMACION PERIODISTICA
http://ciperchile.cl/2008/06/26/la-verdadera-historia-del-rescate-del-ultimo-discurso-de-salvador-allende/

lunes, 4 de febrero de 2008

Luis Corvalán despidió a su compañero Volodia Teitelboim

LUIS CORVALÁN DESPIDIÓ A SU COMPAÑERO VOLODIA TEITELBOIM

El ex Senador y ex Secretario General del Partido Comunista de Chile, Luis Corvalán, despidió en la sede del ex Congreso Nacional de Chile, a su compañero de toda la vida, Volodia Teitelboim, fallecido el jueves 31 de enero de 2008.
Acompañado de su esposa Lide Castillo y de sus hijas Viviana y María Victoria, Corvalán expresó su solidaridad y afecto a Marina Teitelboim, hija del ex dirigente comunista y Premio Nacional de Literatura.
Volodia fue acompañado por miles de personas hasta el Cementerio General, donde fue despedido en un acto político cultural que cerró su hija Marina con emotivas palabras hacia la obra política de su padre.