jueves, 11 de octubre de 2007

LUIS CORVALAN, UN CHILENO POSITIVO


El Tata Lucho, un hombre positivo

A sus 91 años, el ex senador y ex secretario general del otrora temido Partido Comunista de Chile, es un hombre positivo, un ser querido, respetado y aunque a él no le gusta que lo digan, incluso aplaudido, hasta por los que fueron sus adversarios políticos.

Luis Corvalán sigue vivito y coleando, trabajando diariamente en su computadora, viendo internet y preparando un nuevo libro sobre lo que lo ha apasionado toda su vida, la lucha por una democracia avanzada, esa que corrija las atroces diferencias en el mundo de hoy libremercadista, farandulero, sexista, frívolo y con pocas ideas nuevas.

Don Lucho no se achica por irse en micro y sin escolta a la última reunión del pleno de su partido y puede volver solo también, si no hay ningún compañero que se apiade y lo traiga de vuelta a su casa ñuñoína.

El Tata es capaz de levantarse temprano todos los días, escuchar Radio Nuevo Mundo, leer el diario, hacerse el desayuno solo y llevar a su nieta Catalina al jardín infantil.

Este hombre que fue considerado el brazo derecho de Allende, Por si las moscas sigue tomando su tradicional vino pipeño del valle del Itata y come las mismas nalcas de su niñez tomecina, y su mesa generosa es también aquella en la cual se reunió algún día el alto mando de la Unidad Popular con el compañero presidente.

Este hombre acusado de intrínsecamente perverso, es capaz de rendir homenaje a los 60 años de su hijo muerto por la tortura a los 28, leyendo a capela y sin quebrarse, un discurso de una gigantesca dignidad, que no le preparó ningún secretario.

Este chileno de ojos verdes picarones, tiene un Grupo de Amigas Personales, que no ponen celosa a doña Lily, su compañera, pero que le ayudan a escribir sus libros, que lo transportan de ida a los eventos que lo invitan, o que lo traen de vuelta cuando descubren que es un fiel exponente de la infantería y que no le asusta el Transantiago.

Este oriundo de Pelluco, hace sus compras solo, cruza la calle por cualquier parte y arriesgando su vida, como si fuera un chiquillo. Le gusta ir caminando a los mercados de las pulgas y a las ferias persas, acompañado de su bastón y vuelve cargado de verduras o de chucherías para sus nietas, hijas y compañera.

Chile es más grande, lúcido e internacional, con este personaje modesto que es entrevistado por periodistas de diversos países que llegan a su sencilla cabaña de madera diseñada por él mismo y que también le sirve de dormitorio.

Sus nietas lo encuentran top cuando aparece en televisión y miran sorprendidas las películas donde aparece como una figura conocida de la historia de este país, lo que él siempre mantiene en reserva, porque no es un egocéntrico, sino un chileno famoso de bajo perfil, al cual doña Lila lo echa de la cocina cuando él quiere meter su cuchara en el menú, lo que la abuelita no permite, porque tampoco ella se mete a modificar los discursos de este tremendo tata, que se las merece todas y que cuidamos para que viva más allá de los 100 años para bien de este siglo XXI.

El Flaco Lautaro (sin censuras)