sábado, 28 de noviembre de 2009

Observaciones acerca del curso de la Crisis Mundial


Escrito por Manuel Riesco

Nobleza obliga: Respuesta a Orlando Caputo

Orlando Caputo, uno de los más importantes economistas chilenos y muy querido y respetado amigo de este autor, acaba de distinguirlo con el honor de dirigirle con nombre y apellido una nota polémica en la cual expone su visión acerca del carácter de la actual crisis. Naturalmente, para agradecer su gentileza corresponde referirse a ella, a lo muy menos...

"La mayoría de los economistas - escribe Orlando -, incluyendo algunos Premios Nóbel, la caracterizan [como una crisis financiera]. Para nosotros, la crisis estalla como crisis financiera. Pero la explicación de la crisis no puede quedarse en la descripción de cómo se presenta este acontecimiento. Se debe ir a las causas fundamentales que explican las últimas crisis del capitalismo, y en términos muy concretos, las causas de la actual crisis."

El autor de estas notas concuerda con esta afirmación de Caputo en todos sus términos. Es más, ha argumentado exactamente lo mismo en forma reiterada. Particularmente, a fines del 2008 publicó en este diario (blog) una serie de varias notas etiquetadas "Navidad en Crisis" en las cuales intenta pasar revista somera a lo que la teoría ha aportado hasta el momento respecto de éstos, los más reveladores momentos en el movimiento de la economía capitalista. Dos de ellas están dedicadas precisamente a argumentar que si bien generalmente empiezan por ahí, las causas de las crisis no se encuentran ni en la esfera financiera ni en la especulación. Por este motivo, aunque este autor comparte con Orlando el disfrute de una buena polémica teórica, me temo que no puede hacerse cargo de haber "insistido en varios eventos y en sus publicaciones, en caracterizar la crisis actual, como crisis financiera," como afirma en su columna. Ello sin perjuicio, naturalmente, de estudiar a fondo las proporciones sin precedentes y novedosas formas de la inmensa crisis financiera que se ha desatado en el curso de la actual crisis mundial y que Paul Krugman ha explicado de modo magistral en su reciente visita a Chile.

En estas notas se ha argumentado que las causas de las crisis capitalistas no se encuentran tampoco en el subconsumo de la población ni en la sobreproducción de las empresas, aunque ambos fenómenos también se presentan de uno u otro modo en todas las crisis. Al respecto, se ha llamado la atención en estas notas acerca del notable estudio que ha mostrado como la concentración del ingreso en una ínfima minoría inmensamente rica alcanzó proporciones sin precedentes precisamente en la víspera de las grandes crisis seculares de 1929 y 2000. Por otra parte, se ha estudiado el movimiento de los inventarios en el curso de la fase actual de la crisis.

Asimismo, siguiendo precisamente a Orlando Caputo, se ha destacado con toda justicia el gigantesco aporte de Keynes, el gran teórico del papel del Estado en las crisis, asunto que Marx no trata en parte alguna, aparte del tema monetario.

En lo fundamental, se ha insistido una y otra vez que el gran descubrimiento de Marx al respecto consiste en identificar la causa de las crisis capitalistas y su recurrencia cíclica en el movimiento de la tasa de ganancia.
Se ha hecho notar como ello fluye en forma casi trivial de su inmensa obra de reconstruir oda la teoría económica basada de manera consecuente en la teoría del valor de los clásicos.

Por otra parte, se ha hecho justicia el aporte de Walter Bagehot, banquero londinense que expuso magistralmente el rol de la política monetaria durante las crisis, en su obra Lombard Street, publicada en 1873, el mismo año que el Libro Primero de El Capital, donde es tratada en los mismos términos. Los desarrollos de Friedman al respecto no hacen sino profundizar en la idea de Bagehoot que durante las crisis se interrumpe la cadena de créditos y por lo tanto es necesario inundar el sistema con liquidez monetaria.

De este modo, el mecanismo interno que provoca las crisis cíclicas y el papel del crédito en las mismas quedó más o menos dilucidado hace casi un siglo y medio. Marx murió en 1883, diez años después de desatada la que se conoció como La Gran Crisis de 1872 y que inició la primera depresión secular, que se extendió a lo largo de varios ciclos hasta 1896. Sin embargo, solamente en 1925 Kondratiev postuló que dicha crisis correspondía a lo que denominó una crisis "onda larga," y predijo con exactitud la Gran Depresión de 1929.

Robert Brenner parece haber dado con la clave de los ciclos largos, en su libro "Turbulencias en la economía mundial," publicado en Chile por CENDA y Revista Encuentro XXI en 1998. Allí demuestra que la depresión secular iniciada en 1969 se origina en la caída tendencial de la tasa de ganancia en la manufactura estadounidense debido a la competencia del entonces emergente Japón y la reemergente Alemania. En el prólogo a la reciente edición española del mismo libro, Brenner demuestra que tras una breve interrupción en los años 1980, la caída de la tasa de ganancia en la manufactura estadounidense continúa y se agrava hasta el 2007, debido a la sucesiva emergencia de los tigres asiáticos encabezados por Corea y luego China y otras potencias. Lo notable de la explicación de Brenner es que rescata el fenómeno del desarrollo capitalista desigual en un mundo al que le queda emergencia para rato, puesto que todavía la mitad de la población mundial siguen siendo campesinos tradicionales en acelerado proceso de migración a las ciudades.

Brenner descubre que no hay caída general de la tasa de ganancia en los EE.UU., sino que sólo en la manufactura, la que es compensada por las ganancias del sector servicios y especialmente por las infladas ganancias del sector financiero. De este modo, como se ha argumentado en estas notas, para explicarse las causas de crisis hay que observar lo ocurrido con la General Motors. Ello puede explicar la aparente contradicción con lo afirmado por Orlando Caputo, quién argumenta en su nota que la crisis actual se debe no a la caída en la tasa de ganancia sino por el contrario a su extraordinario aumento general, lo que puede resultar compatible con lo observado por Brenner.

Cabe mencionar asimismo que la tasa de ganancia reportada por las empresas en su conjunto, incluyendo las financieras, siempre alcanza su máximo justo antes de despeñarse la crisis. Ello en parte es una ilusión contable por el retraso de los balances, pero por otra parte corresponde a la locura de especulación generalizada que siempre se desata en esos momentos y que como ya anotaba Marx, intenta justamente sobreponerse a la caída de la tasa de ganancia industrial.

Orlando afirma que la contradicción principal que se agita detrás la actual crisis es la que han exacerbado los capitales transnacionales que han multiplican sus ganancias a costa de los trabajadores a los cuales han sobre explotado con particular saña en años recientes y la renta de los recursos naturales de los cuales se han apropiado.
La contradicción entre el capital industrial y el capital financiero no es apreciada como relevante por Orlando, quién incluso afirma que el primero ha tenido tantas ganancias que se ha transformado en acreedor neto del segundo.
Las cifras que reiteradamente han venido publicando los principales medios financieros no avalan esta visión de Orlando. Muy por el contrario, muestran a las claras el inmenso y distorsionado crecimiento del sector financiero mundial. Asimismo, como el auge de los banqueros ha ido de la mano con el del Neoliberalismo, cuyo resucitamiento y ascenso al cielo han venido apadrinando globalmente desde los tiempos Reagan y Thatcher. Del mismo modo, como ambos cayeron simultaneamente en bancarrota.

De las afirmaciones de Orlando a veces pareciera inferirse la insinuación que quiénes hacen notar dicha contradicción estarían esquivando el conflicto social y político de clase contra clase, en beneficio de un camino de reformas que impulsadas por amplios frentes que aíslen a la fracción financiera del capital y sus voceros con toga académica y tecnocrática, así como sus representantes políticos. Por cierto tiene razón en lo segundo, en cuanto a que este autor juntos a muchos ha insistido una y otra vez precisamente en la necesidad de establecer en el poder nuevo bloque con la amplitud, fuerza y decisión requeridas para emprender el profundo giro que se hace necesario, apartándose del modelo Neoliberal hoy en bancarrota.
Parece del todo evidente la conveniencia de aprovechar al máximo el debilitamiento del sector financiero durante la crisis actual. Aunque más no fuera para terminar con las el abuso de las AFP como hizo a Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en Argentina.
Mucho más allá de ello, sin embargo, para impulsar el restablecimiento pleno del rol del Estado en la economía, reconstruir los servicios públicos y el servicio civil mismo, desmantelados por el Neoliberalismo, reponer la plena soberanía y una adecuada regulación sobre los recursos naturales, así como los mercados en general, impulsar con fuerza el mercado interno y consecuentemente una fuerte redistribución del ingreso, la reindustrialización del país y la construcción con nuestros vecinos de instituciones Estatales supranacionales que regulen y protejan la libre circulación de dinero, mercancías y personas sobre un espacio latinoamericano integrado de dimensiones adecuadas al siglo 21.
Todo ello parece muy razonable. Ciertamente no parecería atinado que alguien perdiera de vista las condiciones que la crisis abre al respecto por las razones señaladas. Este autor coincide también en esta materia con Orlando Caputo, puesto que el programa expuesto es precisamente el que propone al país en estas materias nuestro común candidato presidencial, Jorge Arrate. Del mismo modo, la insinuación que ello implicaría el olvido del conflicto social más de fondo sería ciertamente gratuita.

Manuel Riesco
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