miércoles, 28 de julio de 2010

MANUEL RIESCO: CORVALÁN JUNTO A ALLENDE FUE UNO DE LOS GRANDES LÍDERES DEL MOVIMENTO POPULAR CHILENO



CORVALAN

Era bajito y lo apodaban "El Chico." Sin embargo, fue uno de los políticos más grandes del siglo 20. Junto a Allende, fue el gran líder del movimiento popular chileno. Creció en la construcción de su camino y se engrandeció en la victoria. Fue el artífice principal del Gobierno Popular y todos reconocen que de haberle hecho aún más caso, su destino pudo ser bien diferente. En parte por ello, se agigantó en la derrota, transformado en el emblema de la lucha universal por la liberación de los prisioneros de la dictadura.

Encabezó la resistencia desde el exilio y la clandestinidad. Sin perder jamás la brújula estratégica, dio el golpe de timón decisivo en la táctica de lucha que abrió paso a la caída de la dictadura. En sus postrimerías, comprendió a tiempo la necesidad de un nuevo giro, pero no logró imponerlo a su hueste sino en el último minuto.

Ello trajo malas consecuencias para la transición en general, que él sufrió más que nadie. Para más remate, se derrumbó el socialismo en que había puesto sus esperanzas a lo largo de toda su vida. Quizás fue su momento de mayor grandeza. Asumió la exclusión política con inmensa dignidad, sabedor que era compartida por todo su pueblo.



Ya anciano, continuó ejerciendo una influencia considerable en el movimiento popular, cuyas tribulaciones siempre supo que no iban a durar para siempre. En los hechos, proclamó a su abanderado en la última elección presidencial. Tras el desenlace, todos le escucharon hablar de la necesidad de forjar ahora lo que llamó una nueva izquierda. Al momento de su muerte, preparaba todavía otro nuevo libro.

Fue grande porque nunca anduvo sólo. Por encima de todo, fue siempre un hombre del pueblo, cuya suerte y humor seguía todos los días con mucha atención. Observaba cuidadosamente todo lo que se filtraba a través de los medios de comunicación y a cada rato entablaba conversaciones con gente en la calle. Sin hacerse el simpático, los escuchaba con toda dedicación. Siempre los tomaba en cuenta, citaba sus conversaciones y las consideraba en sus decisiones. El pueblo lo conocía bien y en cualquier lado con gusto le manifestaba sus opiniones y expresaba sus sentimientos.

Fue el gran jefe del Partido Comunista de Chile y lo condujo hasta las mayores alturas. Nunca redujo la política del partido a las dimensiones de su persona, por destacadas que éstas fueran. Al revés, le dio vuelo compartiendo la dirección partidaria con figuras notables, de la talla de Orlando Millas, Volodia Teitelboim, Hugo Fazio, Jorge Insunza y la joven Gladys Marín, entre muchos otros. Reprodujo esa disposición en todos los niveles partidarios. Hay que barrer para adentro, decía.
En parte por ello, el Partido convocó la adhesión de las más brillantes figuras en todos los ámbitos del quehacer nacional. Bajo su liderazgo, un partido de obreros y campesinos acogió en su seno desde dirigentes sindicales a profesionales, intelectuales, científicos, deportistas y artistas. Ello lo simbolizaron notables militantes comunistas como Miguel Lawner, Hernán Ramírez Necochea, Alejandro Lipschutz, Victor Jara, Violeta Parra y desde luego, Pablo Neruda.



Del mismo modo, engrandeció la política del partido nunca pretendiendo monopolizar o controlar todos los aspectos del movimiento popular. Siempre trabajó con organizaciones y personalidades ajenas al partido, en todos los planos y niveles de su acción política. Respetando sinceramente sus características y valorando sus cualidades. Conociendo al dedillo y comprendiendo sus debilidades. Usualmente las promovía al primer plano, entendiendo que lo principal era darle amplitud y fuerza al conjunto del movimiento popular. El mejor ejemplo de ello fue su relación con Salvador Allende.

De este modo, sedujo muy especialmente a generaciones de jóvenes que provenían de todos los ámbitos de la sociedad chilena, los que bajo su conducción adhirieron por decenas de miles a las Juventudes Comunistas. Cientos de los más brillantes dieron la vida por su causa, como Carlos Contreras Maluje, Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Carlos Berger. También Luis Alberto, su propio hijo. Muchos más estuvieron dispuestos, gustosos.

En el ámbito más personal, poseía otras cualidades entrañables. Con Doña Lily Castillo, su notable compañera de toda la vida, formó un ambiente familiar extraordinariamente sólido, acogedor y de una belleza singular. Sus casas y mesas estaban siempre dispuestas con esmero y sentido estético finísimo , auténticamente popular, para acoger a sus hijos, nueras, yernos, nietos y numerosos parientes, compañeros, amigos y visitas. Cuentan sus hijas que incluso en los momentos más álgidos de su vida política, casi siempre se dio el tiempo para almorzar con ellos.
Hasta la vista, querido Don Lucho. Lo echaremos mucho de menos.

Manuel Riesco
http://mriesco-politica.blogspot.com/2010/07/corvalan.html