sábado, 28 de agosto de 2010

LUIS CORVALAN SIGUE PRESENTE EN SU CASA Y JUNTO A TODA SU FAMILIA



El Tata Lucho sigue caminando por su casa, encendiendo y apagando luces. Escondiendo cosas y dejándolas en los lugares más inverosímiles.

Hay un primer recuerdo de don Luis, por allá por 1958, apareciendo en la portada de revista VISTAZO saliendo en libertad y levantando la mano.

En 1961 sonó mucho su nombre y hubo que sumarse entusiastamente a la campaña parlamentaria que lo transformó en un Honorable Senador de la República por Concepción, Arauco y Bío Bío.

Nunca se le fueron los humos a la cabeza. Entregaba su sueldo al partido para que se administrara no como algo personal, sino de manera colectiva, y se le daba lo necesario para atender dignamente a su familia, a las visitas que llegaban a su casa de Secretario General y el resto para las tareas del glorioso y eso con todos los parlamentarios del PC, que jamás profitaron de cargos ni de salarios, que iban a la tarea común.



Se recuerdan sus discursos, sus intervenciones tan peculiares, tan de huaso de Ñuble, que vivió junto al río Itata, diciendo que su partido "no llevaba nada bajo el poncho". O defendiendo los tractores que llegaron de URSS, indicando que "el peor tractor es el que no se tiene". O después, el famoso "por si las moscas".

Era capaz de recibir las críticas más duras y filudas, con absoluta serenidad y cuando éstas eran irónicas, cómicas o hasta desproporcionadas, era capaz de reír de buena gana, a veces hasta las lágrimas diciendo que había que aprender a no ser tan exagerados.

En Chile han habido pocos políticos tan sencillos como don Lucho, que fue conocido y respetado en todo el mundo, como un campeón de la unidad de los trabajadores del país y del mundo, sin egos de ningún tipo.

Tenía un oído muy fino que podía escucharlo a uno hablando bajito y hasta de lejos. ¿Qué dijo compañero? preguntaba si se sentía aludido.

A sus secretarios los hacía trabajar firme. Escribir un artículo o un discurso varias veces. Solo para corregir un renglón, o una palabra.

Gran madrugador, ponía de inmediato Radio Nuevo Mundo para enterarse de las opiniones que daban los compañeros, en la radio a pilas que le regalaron, cuando se perdió la que tenía y que él había prestado.



Le encantaba escuchar las noticias desde el punto de vista partidario y de hecho hace muchos años, cuando aun no se tenía la RNM, consultó a algunos especialistas si hacía falta una emisora popular para combatir a la dictadura. Caía de cajón y se consiguió, le dijeron que debía transmitirse simultáneamente en AM y FM, porque había que pensar hacia el futuro. ¿Qué pasó con las frecuencias FM? ¿Se consiguieron? ¿No?¿Si? Pedro Davis ex gerente de RNM dijo algo al respecto una vez.

A don Lucho le encantaba ir a los mercados, ferias y ventas de productos viejos. Siempre traía el martillo que le faltaba, la chaqueta modesta que añoraba, las cholgas que le hacían pensar en su juventud y que se las devoraba con ansias junto a doña Lily, o frutas para sus nietas.

Saludaba en la calle a todo aquel que se acercaba a conversar y lo felicitaba por andar solo, subirse a una micro, y no por falsa modestia, porque manejó un modesto auto y lo hacía muy bien, hasta que cumplió sus 80 y consideró que ya bastaba.

Le encantaban las paellas y dotó a su familia de una paelleras para 100 y 200 personas. Doña Lily, Pilina, Vivy y Mavi, mas un séquito de ayudante(a)s las preparaban de acuerdo a cómo les enseñó Pepe Ballesteros, un viejo amigo español de la familia, marido de Marina Laferte, muy especialmente para juntar recursos para su PC.



Nunca traicionó al pipeño del valle del Itata y tenía una respetable cantidad de chuicos, para tener una provisión para atender a sus constantes visitas. Y cuando no había vino, miraba para el cielo, invocaba no sabemos a quién, pero al rato, cuando las esperanzas estaban perdidas, aparecía un amigo trayendo una botella, un cajoncito de regalo y se reía satisfecho de tener contacto directo con las alturas.

Siempre trabajaba y preparaba nuevos libros, como ser uno sobre la amistad socialista-comunista, y quería hacer uno donde comunistas y ex comunistas opinaran "a calzón quitado" de las cosas que había que decir, "pero en buena".

Tenía un entrañable afecto por sus hermanos y hermanas, recordaba con nostalgia a su madre, Adela, y le dolía que poco a poco ir perdiéndolos y despidiendo a sus amigos y compañeros y transformándose en casi el único sobreviviente de su generación .



Adoraba a sus nietas y nieto y estaba feliz con sus 2 bisnietos, que le alegraron sus últimos años y cuyos nombres se sumaban a la pintura de El Gallo de Veragua que se encontraba en su comedor.

Todos los días se sienten sus pasos por la casa, sigue sonando su vieja radio a pilas y su presencia sigue muy viva, cariñosa, protectora, orientadora y que llena de orgullo y de emociones a la Corvalanada.