jueves, 29 de enero de 2009
LUIS CORVALAN Y 30 VECINOS DE ÑUÑOA VIERON EL VIDEO "EL DIARIO DE AGUSTÍN" DE FERNANDO VILLAGRÁN E IGNACIO AGUERO
¿Por qué “El diario de Agustín” ahora?
Por Fernando Villagrán*
The Clinic
El nombre de Agustín Edwards está en la historia económica y política de Chile desde comienzos del siglo XIX y desde 1875 asociado a la propiedad del diario “El Mercurio”, fundado en Valparaíso algunas décadas antes. Agustín Edwards Ossandón,Agustín Edwards Ross, Agustín Edwards Mc Clure, Agustín Edwards Budge y Agustín Edwards Eatsman, cada uno con sus particulares talentos, han dado continuidad, a través de dos siglos, a una dinastía de hombres de fortuna, activos en los negocios, la política y la prensa.
Agustín Edwards Eatsman fue el heredero de un poder que lo llevó a transformarse, a comienzos de los años setenta, en cabeza del tercer grupo económico más importante del país. Después de una historia no exenta de contradicciones y vaivenes de la línea editorial de “El Mercurio”, al calor de la emergente historia democrática de Chile, a mediados de los años sesenta la creciente cadena de medios liderada por Agustín Edwards Eatsman asumió el liderazgo de las posiciones más conservadoras que se resistían al cambio de la sociedad chilena y asociaban esos intentos mayoritarios a la influencia del comunismo internacional, en el marco de la desatada guerra fría. En ese contexto, el diario combatió con fiereza la reforma agraria que ponía fin al injusto e ineficiente latifundio y demonizó una reforma de las universidades que apuntaba a la democratización de las anquilosadas estructuras que las regían y a cambios de los planes de estudio en una sociedad que pujaba por abrir puertas y ventanas a las mayorías excluidas y postergadas de los beneficios económicos y culturales y de la participación política y social.
El ataque furibundo de “El Mercurio” a la movilización de los estudiantes de la Universidad Católica conoció extremos inéditos, provocando la respuesta de los jóvenes reformistas -que contaban con el apoyo del cardenal Raúl Silva Henríquez en sus propuestas renovadoras- que instalaron en el frontis de la Alameda el cartel: “CHILENO, EL MERCURIO MIENTE”, el que de acuerdo a la historia que vendría ha quedado como un sello emblemático y vigente por más de cuatro décadas.
Baluarte de la llamada campaña del terror en contra de la candidatura presidencial de Salvador Allende, con epicentro en Estados Unidos como se demostraría luego hasta la saciedad en documentos desclasificados, tras su elección el 4 de septiembre de 1970, Agustín Edwards viajó a Washington.
En uno de los últimos documentos desclasificados de la CIA se lee el mensaje del Secretario de Estado Henry Kissinger al Presidente Nixon: “Agustín Edwards ha huido y llega aquí el lunes. Me voy a reunir con él el lunes”.
Las platas que obtuvo generosamente en su gestión directa ante los políticos más poderosos del mundo sirvieron al negocio del diario que tuvo en los años posteriores como su gran objetivo estimular el derrocamiento del gobierno de Allende. Edwards movió hilos desde el país del Norte y celebró el golpe militar a la distancia, regresando a Chile cuando la dictadura de Pinochet estaba bien consolidada y la DINA demolía a sus opositores.
En esa historia y en la que sigue hasta hoy, cuando la ya crecida cadena de medios que lidera el propietario de “El Mercurio” es un poder incólume y aparentemente incontrarrestable en la sociedad chilena, se inscribe el documental “El diario de Agustín”, que registra la indagación de un grupo de jóvenes periodistas egresados de la Universidad de Chile que realizan sus memorias de título esclareciendo la responsabilidad directa del diario en episodios de criminales violaciones a los derechos humanos.
Con frescura y valentía los jóvenes periodistas se adentran en sucesos de tiempos que no vivieron y revelan entramados silenciados durante décadas por el mismo diario a diferencia de otros actores protagónicos de los años más críticos de la vida nacional –incluidas las fuerzas armadas- que han asumido sus cuotas de responsabilidad en la destrucción de la democracia y sus dolorosas secuelas. La cadena de “El Mercurio” disfruta de una comodísima y glamorosa impunidad, asentada en los años 80 y luego al llegar la democracia en un salvataje económico de la quiebra propiciada generosamente por las autoridades de la época, acrecentando su influencia de poder transversal en el país, la que a veces –como devela la historia de esta película- reviste la forma de un temor inconmensurable a sufrir su castigo o censura en las páginas de la cadena de Agustín Edwards.
“¿Cómo pudimos vivir 30 años de silencio”, se preguntó el ex Presidente Lagos cuando se conoció el Informe Valech sobre prisión política y tortura. El mismo informe es explícito en el rol cómplice que le cupo a la prensa en esos hechos y “El diario de Agustín” se sumerge en aquellas espesas e ingratas aguas, las mismas que llevaron al Colegio de Periodistas, a mediados de 2008, a pedir público perdón por la participación de medios y colegas en criminales montajes tramados por los servicios de seguridad de la dictadura.
Hace más de 40 años el líder de los estudiantes reformistas de la Universidad Católica, Miguel Angel Solar, protagonizó un memorable debate público con el entonces Director de “El Mercurio”; pero ahora, cuando los jóvenes investigadores de “El diario de Agustín” quisieron sólo entrevistar, y por el medio que él eligiera, al dueño del diario, se encontraron con su negativa absoluta.
Es el silencio para eludir la necesaria cuenta con la historia a que se deben todos los actores públicos, más aún los que inciden en la formación de opinión ciudadana autocalificándose como “diariamente necesarios”.
Por eso y mucho más que podrá concluir cada uno a partir de lo que cuenta “El Diario de Agustín” es que nos pareció necesario realizar esta película. Porque este quinto Agustín Edwards es quizás más poderoso y relevante de los que antes llevaron el mismo nombre y apellido, con su protagonismo de cerca de medio siglo en la vida política, económica y cultural del país, la pregunta podría ser por qué no se hizo antes. La respuesta la intentan los jóvenes periodistas Eli, Hans, Claudio, Paulette, Pepa y Raúl en sus memorias de titulación. Ahora la palabra la tienen los espectadores.
* Economista, periodista, productor ejecutivo del documental “El diario de Agustín”
EL DIARIO DE AGUSTIN EN ÑUÑOA
El veterano dirigente comunista Luis Corvalán, y una treintena de ñuñoinos vieron la película "EL DIARIO DE AGUSTIN", realizado por Ignacio Agüero y Fernando Villagrán, y por un grupo de estudiantes y profesores de Periodismo de la Universidad de Chile, que demuestra que EL MERCURIO, está intrínsecamente comprometido con lo más reaccionario y conservador del país.
La demostración de esto es su obsecuencia con la dictadura y con el encubrimiento de los peores crímenes de defensores de la democracia, lo que convirtió de hecho al denominado decano de laprensda nacional, en el vocero de la DINA-CNI.
http://www.eldiariodeagustin.cl/
Luego de esta proyección, Corvalán leyó un artículo que desarrollamos a continuación:
Los Comunistas y la Democracia
La Prensa Y Los Demás Poderes Fácticos
Un régimen verdaderamente democrático debe contemplar una amplia libertad de reunión, de asociación y de opinión en la prensa, la radio y la televisión. Se puede decir que esta libertad existió, con las limitaciones propias de la sociedad capitalista, durante la casi totalidad de los gobiernos que precedieron a la dictadura y en especial bajo los gobiernos de la Democracia Cristiana y de la Unidad Popular y desapareció por completo con el régimen militar. En tanto éste se constituyó, procedió a clausurar los diarios “El Siglo”, “Última Hora”, “Clarín” y “Puro Chile” de Santiago, “El Despertar de los Trabajadores” de Iquique, “El Popular” de Antofagasta, “El Siglo” de Coquimbo, “Diario Color” de Concepción y decenas de periódicos y revistas a través del país. Clausuró a la vez las radios “Corporación”, “Balmaceda”, “Portales”, “Prat”, “Candelaria”, “Luis Emilio Recabarren” y “Magallanes” de Santiago, “Coloso” de Antofagasta, “Ernesto Riquelme” de Coquimbo, “Caupolicán” de Valparaíso, “Cachapoal” de Rancagua, “Talca” de Talca, “Aguas Negras” de Curicó, “Simón Bolívar” de Concepción, “La Frontera” de Temuco, “Eleuterio Ramírez” de Osorno, “Vicente Pérez Rosales” de Puerto Montt y “La Voz del Sur” de Punta Arenas. Más todavía, confiscó las casas, los muebles, las prensas y toda la maquinaria de esos medios de comunicación; decomisó e hizo quemar por millares libros de Quimantú, Austral y otras editoriales y prohibió la publicación, circulación e importación de cualquier libro, revistas y periódicos que no fueran aprobados por la censura militar.
Hoy se publican varias revistas. La totalidad o la mayor parte de estas publicaciones viven en la incertidumbre, no saben si mañana o pasado mañana van a desaparecer, como le sucedió a Rocinante, revista cultural que dejó de publicarse en octubre de 2005 y que dirigía Faride Zerán, Premio Nacional de Periodismo.
El 4 de mayo de 2001, en el marco del décimo aniversario del Día Mundial de la Libertad de Prensa, organizado por la Asociación Mundial de Periodistas para rendir homenaje a quienes se sacrifican en la lucha por esa libertad, el ex Presidente Lagos, planteó que el problema de la sociedad chilena es cómo garantiza el real acceso a la libertad de expresión a los distintos sectores que la componen.
"En ocasiones –expresó- es evidente que algunos tienen más derecho a expresarse y a crear que otros, muchas veces por razones económicas o de poder" y agregó: "defender los derechos de crear, investigar y opinar implica un respeto por la persona, por la capacidad de procesar la información que recibe y saber distinguir qué utiliza y qué desecha. De ese proceso libre ha surgido gran parte del saber y del progreso de nuestras sociedades”.
Quince días después, Ricardo Lagos promulgó una nueva ley de prensa, tras ocho años de trámites parlamentarios. La nueva norma termina con la facultad de los jueces de decretar prohibiciones de informar y establece el secreto de la fuente informativa y la cláusula de conciencia para los periodistas. No obstante, esa ley está lejos de abordar los problemas de la libertad de prensa, aunque solo sea por el hecho que todos los gobiernos post Pinochet, comprendido obviamente el de Lagos, han entregado toda la multimillonaria publicidad estatal a las empresas El Mercurio y COPESA dueña de La Tercera.
En el seminario organizado por el Instituto de Ciencias Alejandro Lipchutz, ICAL, y la revista América Libre, en el marco de la conmemoración del trigésimo aniversario del golpe militar, se realizó un interesante panel sobre Medios de Comunicación. En él, y en su libro “Del Gobierno del Pueblo a la Rebelión Popular”, el periodista Francisco Herreros, Director de “El Siglo”, recordó que Enrique Correa y Eugenio Tironi, Secretario General de Gobierno el primero y Secretario de Comunicación y Cultura el segundo, durante la Presidencia de Patricio Aylwin, “…tuvieron la genialidad de proclamar que la mejor política de comunicaciones consiste en no tenerla, pues para eso está la mano invisible del mercado”.
El mismo Francisco Herreros, en la revista “El Periodista” Nº 34, de abril del 2003, sostuvo que las empresas EL MERCURIO y COPESA estuvieron técnicamente quebradas y fueron salvadas “…por una compleja y refinada serie de operaciones del Banco del Estado”, que “virtualmente extinguió dos tercios de la deuda de “El Mercurio”, y el saldo lo redistribuyó entre la banca privada,” en tanto que COPESA (dueña de los diarios “La Tercera”, “La Cuarta”, “La Hora de la Tarde” y la revista QUE PASA), debía un millón ochocientas mil unidades de fomento, UF, esto es, más de 32 mil millones de pesos. El Banco Estado le prestó dicha cantidad. Acto seguido, la propiedad de COPESA pasó a manos de Álvaro Saieh, Carlos Abumohor y Alberto Kassis, propietarios del Banco Osorno y La Unión y vinculados a la UDI, ideológica y financieramente. La adquirieron por la “módica suma de 336 mil Unidades de Fomento”, las que cancelaron con un 10 % de pie y el resto... “con un nuevo crédito del Banco Estado”. Todo ello ocurrió durante la dictadura militar, cuando Álvaro Bardón se desempeñaba como Presidente de dicho Banco.
Esta realidad sería modificada durante la administración del Presidente Ricardo Lagos. Pero no se hizo nada.
En el último número de su revista, Faride Zerán volvió sobre el tema: “Nos hacemos cargo de todo y también de los portazos y silencios de las empresas del Estado que invierten anualmente cerca de 500 millones de dólares en publicidad y que, salvo excepciones, optaron por dejarnos fuera de sus circuitos y “favores”, entregando el grueso de su inversión publicitaria en la prensa escrita para la cadena de El Mercurio”.
Actualmente, la televisión chilena funciona copiando modelos extranjeros y captando televidentes de cualquier manera. Sus programas informativos son editados de acuerdo a políticas diseñadas para favorecer a los poderes fácticos. Cuando uno enciende el televisor o toma “el control” para cambiar de programa y escuchar las noticias, recibe de inmediato golpes en el oído y en el corazón. Rivalizan los canales de la TV en torno a cual de ellos describe con más detalles y en mayor tiempo las tragedias humanas, sobre todo familiares. Le dedican a ello gran espacio de tiempo, sin reparar en el daño que le hacen a la sociedad y principalmente a los niños. Que el hijo mató a su madre, que la madre mató a su hijo, que el marido degolló a su esposa, que mataron y descuartizaron a un muchacho, son hechos que se describen detallada y latamente durante varios días. Igualmente ocurre con los robos que van desde arrancarle una gargantilla del cuello a una mujer hasta extraer millones de pesos en un banco y con la vida privada licenciosa de algunos artistas y modelos. Las informaciones que contribuyan a desarrollar la cultura casi no existen.
Los medios de comunicación escritos, radiales y televisivos usan y abusan del interés del público por determinados deportes, exagerando el espacio y tiempo que le confieren a hechos secundarios. Se concentran sólo en el fútbol profesional y de vez en cuando en el tenis. Todo esto tiene como objetivo distraer la atención del pueblo y del país de los problemas reales y cotidianos. Las informaciones de carácter político se limitan a noticias de rutina y a las diferencias secundarias que surgen entre los dos bloques co- gobernantes. Para la prensa y sobretodo para la TV no existe la izquierda real, aquella que se mantiene firme al legado de Salvador Allende y que se esfuerza por crear una alternativa verdaderamente democrática.
De lo vivido y lo peleado
La prensa independiente
Cuando las dictaduras clausuran la prensa opositora e independiente y desconocen el derecho a opinar y disentir, el pueblo se las ingenia para expresar su voz. Así lo hizo de múltiples maneras, a través de los llamados telefónicos, de la transmisión de noticias de boca a oído, de los rayados murales, de los volantes y periódicos clandestinos. Mas, tengo que decir que a levantar a gran altura la presencia de las fuerzas democráticas y desarrollar en ese tiempo la acción de toda la oposición dieron, especialmente, una gran y valiosa contribución los periodistas y los periódicos y revistas independientes que burlando y desafiando a la dictadura lograron salir a la luz.
Desde un comienzo de la tiranía, los comunistas editamos nuestro propio periódico, “Unidad Antifascista”, que después de algunos años dejó de aparecer para dar paso a la reaparición de “El Siglo”. A través de estos periódicos la voz de los comunistas se hizo presente durante toda la etapa dictatorial.
Centrados en la gran tarea de defender los derechos humanos sobresalieron “Solidaridad”, de la Vicaría de la Solidaridad; “Pastoral Popular”, patrocinada por el Centro Ecuménico Diego de Medellín; “Evangelio y Sociedad”, del Servicio Evangélico para el Desarrollo, SEPADE y “Mensaje”, que fundara el Padre Hurtado y que además de defender los derechos humanos incursionó en los grandes problemas planteados al país por la entronización de la dictadura. En un ámbito más amplio se perfilaron también las revistas “Análisis”, “Cauce”, “Apsi” y el periódico y luego diario “Fortín Mapocho”. En las publicaciones citadas descollaron periodistas como Juan Pablo Cárdenas, Fernando Paulsen, Arturo Navarro, Rafael Otano, Jhon Dinges, Edwin Harrington, Marcelo Contreras, Pamela Jiles, Mónica González, María Eugenia Camus, Patricia Verdugo, María Olivia Monckeberg, José Carrasco, Fernando Quilodrán, José Maldavsky, Jorge Soza y Marcel Garcés. Maldavsky y Soza estuvieron algún tiempo en prisión y luego debieron salir al exilio lo mismo que Garcés. A José Carrasco, militante del MIR, indomable y valeroso luchador por la democracia, la dictadura simplemente lo asesinó.
Luis Corvalán
FOTOS
C. Santiago Aguilar
PRODUCCIONES EL CASTOR
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